Opinión

¿Solo hay un problema de buenos y malos?

Cuesta tanto decirle la verdad a la gente? Parece que sí. Si hay un amplio consenso sobre lo que NO se quiere con mayúsculas (salir de la Unión Europea, estar fuera del euro, seguir los pasos de Corea del Norte, incumplir el pago de la deuda…), ¿por qué cuesta entonces tanto decir las cosas como son y escuchamos tantas manifestaciones cínicas y populistas, a derecha e izquierda, pasando por el centro?

Vayamos por partes en el diagnóstico del país. ¿Hay corrupción política y económica en España? Sí. ¿Hay economía sumergida, es decir, dinero negro? Sí. ¿Hay mucho fraude fiscal? Sí. ¿Hay desigualdad económica y social? Sí. ¿Hay pobreza? Sí. ¿Está mal repartida la riqueza que nos queda? Sí. ¿Es exagerada la diferencia salarial entre ejecutivos y trabajadores? Sí. ¿Hay recortes del Estado del bienestar? Sí. ¿Pueden reconducirse políticamente todas las situaciones mencionadas? Sí. ¿Está la clave de la salida de la crisis sólo en esos puntos? No.

Aunque se resuelvan todos los problemas anteriores, que ya es mucho decir, España tiene dos graves carencias sin remedios a la vista: su enorme deuda pública y, sobre todo, privada, y la calidad de su crecimiento económico por falta de un modelo alternativo al del ladrillo. Pero lejos de admitir que España no saldrá adelante si no cambia de política económica y crece, a menudo el discurso se vuelve demagógico como si el problema fuese de buenos y malos. Dicho en otras palabras: no hay keynesianismo que valga si no hay riqueza y no hay salida neoliberal sin crecimiento y sin un Estado eficiente.

Los países que no tienen crisis, es decir, los estados donde apenas hay paro, corrupción, dinero B, fraude fiscal, desigualdad, pobreza y salarios miserables tienen todos en general algo en común: un estado más grande que el español en términos relativos y mucho más eficiente, pero, sobre todo, un modelo económico sostenible, basado en la generación de valor añadido. Entre esos estados los hay con gobiernos socialdemócratas y neoliberales. Ninguno de ellos tiene un gobierno populista.

Se puede decir con palabras incluso más sencillas: los países que exportan productos de calidad no tienen los debates que hay en España. ¿Por qué no queremos verlo en medio de la crisis? ¿Por qué nos seguimos engañando haciendo trampas al solitario?

El Gobierno del PP tiene muy poco de lo que presumir, la Oposición tradicional –léase el PSOE- critica al Gobierno sin un discurso económico alternativo realista y los emergentes o radicales están encantados haciendo brindis al sol. No hay un solo partido político en España que tenga en su programa un modelo de producción alternativo al de sol y ladrillo. Es decir, un modelo a medio plazo que permita crecer con calidad suficiente para garantizarle al Estado ingresos suficientes para recuperar el Estado del bienestar, hacer reformas, modernizar el Estado de modo que sea eficiente, reducir la deuda y abonar los intereses.

Todo lo demás puede que sirva para rapiñar votos, mediante sofisticados trucos de magia y un marketing político avanzado, pero no va a resolver los problemas de fondo de España, cuyo Estado recauda poco, derrocha demasiado y no propicia la competencia en el sector privado. Ya lo dijo el estadista alemán Willy Brandt hace años pero aquí no cala su mensaje: competencia tanta como sea posible e intervención tanta como sea necesaria. 

@J_L_Gomez

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