Opinión

Pamplinas

Así era conocido en España el genial actor Buster Keaton y así conocemos las declaraciones de los políticos que nos gobiernan cuando hablan de algo superfluo que a los ciudadanos nos molesta escuchar. Pamplina es, en una situación de crisis económica como la actual, catalogar al sistema financiero español como ‘el más consolidado de la comunidad internacional’, Zapatero dixit. También pamplina es decir que ‘Galicia se hará oír en los Presupuestos generales del Estado’, Quintana sentencia, después, entre otras cosas, de haber contribuido a confirmar en su puesto a la ministra que peor trató a Galicia en toda la historia.


Son pamplinas, necedades, dislates que producen vergüenza ajena y que cabrean al sufrido contribuyente y potencial votante. Pamplina es presumir que Ourense, después de tres años de bipartito, ‘es la máxima expresión del cambio en Galicia’, cuando las frías estadísticas te devuelven a la cruda realidad de los hechos. Aquellos que todo criticaban, que todo lo sabían, que contaban con recetas mágicas... Han tenido ahora la oportunidad de demostrarlo y ojalá pudiéramos decir ahora que no existe paro, que el acceso a la vivienda ya no es un problema, que contamos con nuevos parques empresariales y mejores infraestructuras, que no existe problema lin güístico, que se ha reducido el gasto burocrático, protocolario y publicitario... Los ‘salvadores’ de la patria, perdedores de las elecciones, se unieron para demostrar que su experiencia al frente del ejecutivo autonómico puede perfectamente catalogarse como ‘el gran fiasco’, una gigantesca pamplina.


Que si la aplicación de la ley de dependencia, que si no sé cuántos nuevos centros de día, que si galescolas (como la de A Bola con tampoco sé cuántos contratados y cero niños), que si reducción de altos cargos, que si plan de reequilibrio territorial, que si el AVE en 2009, que si menos incendios (menos mal que llovió pero la peor campaña de la historia fue la dirigida por un nacionalista), que si más competencias... Cualquier índice que sirva para medir el grado de cumplimiento de sus promesas arroja un sonrojante resultado negativo para los que personificaban abrir las puertas a una nueva era. Y en una nueva etapa estamos, sí señor, la fase del mayor número de chiringuitos o administración paralela, la del enchufismo y el acceso a la función pública sólo con una entrevista personal, la del revanchismo y el sectarismo, la de los gastos en anuncios y folletos (pasamos de la Xunta del PP -Partido Popular- a la Xunta de la p.p. -la Publicidad y la Propaganda-). Una mayoría parlamentaria de conveniencia que niega al grupo más numeroso de la Cámara la posibilidad de investigar hechos tan graves como el agosto negro del 2006 -con cuatro víctimas incluidas- o las adjudicaciones de obras como el nuevo Hospital de Vigo (ahora dicen que empezarán las obras en el segundo semestre de 2009, es decir nada de nada en estos cuatro años) o la de la autovía del Barbanza, con algo más que un tufillo prevaricador.


No podía ser más acertado que el BNG incorpore un espectáculo de magia a los actos que organiza para celebrar los tres años del nacionalismo gallego en la Xunta. Porque hubo magia nacionalista en su etapa de gobierno: ‘nada por aquí, nada por allá’.


En este último tramo de legislatura socialistas y nacionalistas se dedican a pasear por Galicia pregonando lo bien que viven hoy los gallegos gracias a los trascendentales cambios que acometieron desde el gobierno. Y las gallegas y los gallegos, sobre todo los votantes de los que se unieron para gobernar con un único objetivo -destructivo- (‘que no gobiernen los populares’) son conscientes de que nada o poco ha mejorado lo que venden como transformación. Decepción y pasotismo. Hartazgo (‘saciedad excesiva que causa fastidio o aburrimiento’). Pamplinas.


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