Opinión

La Ibense

Tiempos de chocolate y risas, de juegos y cumpleaños al calor de la vieja cocina. El cierre de La Ibense, establecimiento que marcó infancia y juventud de muchos de los ourensanos de mi generación y de muchos de las anteriores a la mía, llegó el lunes pautado en la agenda de una crisis brutal que ya no se esconde en la ciudad, reinventándose entre locales de renta antigua y aquellos vacíos y sinsentido por liquidación de existencias. Ourense y, sobre todo, los ourensanos ven poco a poco desaparecer muchos de los puntos que marcaron sus lejanos hitos de desarrollo en la que siempre fue calle de encuentros, saludos corteses y tertulias. Se va el último viejo café de la calle del Paseo, el último donde madres y abuelas convertían su asiento en dominio propio en largas jornadas de charlas y leche manchada, con su adiós quedan atrás domingos de churros con extra de azúcar, colas de helados y batidos, tarrinas para llevar y chocolate al llegar la tarde.

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