Opinión

Alma llanera ( y Cándida)

Yo “trinqué” en esta ribera del Arauca vibrador, soy hermano de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol... ¡Ay, Monedero, Monedero!, lo único que te salva es que te llaman defraudador fiscal los peperetes y claro, ya que andamos con dimes y decires venezolanos,es como si cachicamo le llamara a morrocoy conchudo... No se sabe cuál de los dos es más duro de concha defraudadora, si el joven e impetuoso armadillo jurándonos por sus muertos más frescos que “optó por elegir la opción que fuera más favorable para Hacienda y hacer una declaración complementaria” o la arrugada y vetusta tortuga con su sede reformada en gris, sus sobres en B y sus tarjetas black a cuestas... Soy, por naturalización, ciudadano venezolano. Lo que más me cautivó cuando viví por aquellas tierras, donde las frutas son como flores llenas de aromas y saturadas de miel fue su luz, su color, su poesía, sus mujeres y el joropo. Esa música entre alarido chino y trote de caballos que cantan los llaneros pasillaneando, pasillaneando, a lomos del caballo caracoleando, caracoleando, rebaños de ganado que van pasando, que van pasando...

¡Qué gran país Venezuela, dios! Pero no tuvo, no, buenos señores. Ni tampoco buenos vasallos. Ni ahora buenos asesores. No fueron (fuimos) capaces de sembrar el petróleo como clamaba el escritor Uslar Prieti. Y floreció la vagancia, el vicio, la corrupción, el desencanto... El yo trinco, tú trincas, él trinca fue el himno más entonado, antes incluso que el Gloria al bravo pueblo. Trincó el partido socialcristiano COPEI y el socialdemócrata AD (Acción Democrática), trincaron las petroleras, los funcionarios. Trincaron, todos trincaron. Y ella sola se jodió. Y vinieron los salva patrias. El comandante lengüilargo y paracaidista, Hugo Chávez el despilfarrador, que meciéndose en el paracaídas del populismo como el buitre carroñero que se cierne sobre la presa moribunda aterrizó en Miraflores. Luego Maduro el guagüero que le copió hasta los gestos y la guayabera, asesorado por Monedero el majadero. Sí, este que viste y casta, que huye por la puerta trasera tras los mítines y lanza bravatas in extremis: “No te tengo miedo Montoro". Ay alma cándida... tienes el rabo de paja y te acercas a la candela. Tú sí que me das miedo Moneditas: ni argumento, ni dis- curso, ni programa. Na de na. ¡Casi prefiero lo malo conocido!

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