Opinión

El santo oficio y el ministro

Decidme, ¿cómo va a engordar Pablo Iglesias?, ¿cómo coño no se va ciscar por la pata abajo cuando Cristóbal Montoro, el incontinente, no hace más que amenazarle con el arma arrojadiza de una inspección fiscal? A Mateo Alemán, de ascendencia judía, el tribunal del Santo Oficio le había socarrado a un antepasado. Por eso en su “Guzmán de Alfarache” cuenta el caso de un cristiano nuevo que, aunque bien alimentado y poderoso, pareciera no tomar agua con sal a partir del día en que tuvo a un inquisidor como vecino. ¿Guardan acaso relación propincuidad nociva y anorexia? ¡Y tanto! Ved si no este extracto de la genial obra picaresca: “Hizo que le trujesen hechas dos jaulas, ambas de fuerte madera y de igual tamaño, las cuales puso cercana la una de la otra y en ellas metió en la una al carnero y en la otra un lobo. Al carnero le daban su ración cumplidamente, y al lobo tan limitada que siempre padecía hambre y, así con ella, procuraba cuanto podía (sacando la mano por entre las verjas) llegar a donde la del carnero estaba, con afán de comérselo. El carnero, temeroso de verse tan cercano a su enemigo, aunque comía lo que le daban, hacíale tan mal provecho por el susto que siempre tenía, que no solamente no medraba, empero se vino a poner en los puros huesos”…

Agnus dei qui tollis pecatta mundi, vieni qui, que te vas a enterar de lo que vale un peine, rosma Montoro. Y al coletas ya no le presta ni el oxígeno que inhala. Y es que este lenguaraz, coaccionador y dardicertero valido del PP tiene más poder de acojonamiento que el mismísimo fray Tomás de Torquemada. Martillo de los herejes, luz de España, salvador de su país y honor (y horror) de la orden tributaria, lanza las admoniciones, el muy ladino, urbi et orbi: ¡en el mundo anda quien las ha de pagar! Y ahí mete a los diputados de la oposición, a los medios de comunicación menos afines, a los tertulianos y articulistas más críticos, a los culturetas que abogan por un IVA hético (y sin hache), a los de la farándula, deportistas, comediantes y gentes de mal apoquinar. Y claro, uno ha oído tantas veces aquello de, desconfía y acertarás, que se da por aludido. Inspecciónete el fisco manque salgas bien parado, maldice a la ciudad y al orbe entero el interventor pitiminí. Y uno entonces ya se arruga. ¡Y tú lo sabes!, bizquea señalándote. Y ahí sí que se le hace a uno el ojete cremallera cual si te señalara, libidinoso, Julio Iglesias.

Y digo yo: ¿puede todo un señor (cómo se ha prostituido esta palabra, dios) ministro de la cosa pública andar por esos pasillos y corrillos del parlamento, y de las televisiones, con amenazas de macarra, mención de sogas, y facecias de ahorcados? ¿Puede calificar la información del caso Falciani “como el aperitivo de lo que está en los ordenadores de la Agencia Tributaria”? ¿Puede filtrar datos fiscales y de la renta de sus oponentes políticos para hacerlos perder votos, sonrisa y resuello? ¿Puede manifestar sin ponerse colorado (y sin denunciarlo ipso facto sobre todo) que los peperetes “siguen teniendo un gran problema” con la corrupción pero están “reaccionando”? ¡Joder, claro que puede! ¿Es que no lo hace a cada rato? Además, si, un suponer, no pudiera o pudiese ¿quién iba a impedírselo?, ¿tú?, ¿él?, ¿Maroto el de la Yamaha? ¿Quién inquiere a tan inquietante inquisidor? ¿Quién tiene jeta y cojones a ponerle el cascabel a Micifuz tan uñi largo? ¡Ay, enteco y relamido pelo lindo, ¿sabes lo que te digo?: ya sea de cúbito prono, ya sea de medio lado, date por follado!

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