Opinión

Grecia, otra subprime

Grecia es una hipoteca de alto riesgo, una de esas subprime que provocaron el último colapso financiero occidental, primero en EE.UU., tras concedérsele a millones de insolventes que ponían una casa como garantía o compraban otra que no podían pagar, sabiéndolo los bancos acreedores.

Que vendían luego empaquetados y bien envueltos esos créditos ruinosos a quienes, desconociendo su origen, creían que iban a obtener enormes beneficios en el mercado hipotecario.

Tiene razón el exministro griego de Economía, Yanus Verufakis, (a) Varufrikis, cuando afirma que es imposible pagar la deuda de su país y que Europa debe seguir otorgándole créditos a fondo perdido con quitas de deuda para que el pueblo sobreviva. Porque ese territorio pobre y abrupto, con casi un centenar de islas habitadas, no supo aprovechar el cuerno de la abundancia europeo, e igual que los compradores de créditos o de casas morosos, gastó el dinero en lujos, a la vez que pedía y le concedían más y más préstamos.

Pese a su corrupción tan sonada, España supo aprovechar el mismo cuerno dorado y creó, a veces alocadamente, unas infraestructuras que resultaron la base de su modernización.

Mientras, en Grecia, tras lluvia de oro, siguió un bienestar falso y una deuda creciente.

Grandes sueldos ganados por los combativos sindicatos para sus trabajadores inspirados por la ideología de lo que es Syriza, y ricos que se llevaban corruptamente buena parte de lo que llegaba. Despilfarros por doquier, y el país siguió como hacía medio siglo, con malos servicios, mínima modernización, nulas facilidades para la inversión. Un país ficticio dentro del euro que pertenece realmente al tercer mundo, como lo describe en su superéxito mundial Michael Lewis, “Boomerang, Viajes al nuevo tercer mundo europeo” (Deusto).

Cuidado: aunque menos, España también está empeñada.

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