Opinión

Magos descristianizados

Cuando los niños que estos días se ilusionaron con las cabalgatas de los Reyes Magos sean padres llevarán a sus hijos a las de entonces, que ignorarán totalmente su origen: según la narración cristiana Melchor, Gaspar y Baltasar fueron a adorar a un niño que encarnaba a Dios. De él surgió nuestra civilización, que con su base judía –Rabino, le llamaban a Jesús--, la griega y la romana, forjó los mayores avances sociales, intelectuales y científicos que conoce la humanidad.

En este 2017 muchos ayuntamientos hicieron las cabalgatas más cercanas al circo o a los carnavales que a la historia religiosa original, mientras tapaban la historia de los magos que montados en camellos iban a adorar al niño nacido en un pesebre calentado por otros animales.

Ahora, los ayuntamientos supuestamente progresistas prohiben los animales en las cabalgatas porque “sufren estrés”, aunque también se evita el recuerdo del niño que origina la fiesta.

Hay una descristianización acelerada en la sociedad, aunque sólo lo sea de su aspecto religioso; sin embargo, todavía perviven los valores del judeocristianismo y del mundo clásico que generaron la Ilustración, aunque acosados desde dentro. En Europa, y está empezando a ocurrir en EE.UU., se tiende a crear sociedades en las que el cristianismo religioso, incluso cultural, sufre el desprecio creciente de minorías de otros orígenes y de élites intelectuales que acusan de ultraderechistas a sus creyentes. Las mismas élites protegen simultáneamente otra religión, el islam, que desdeña la democracia porque impone que todo acto humano se someta a las leyes medievales dictadas por Alá.

El hundimiento del cristianismo como religión, y quizás como cultura si no resiste a la presión hostil, quizás se deba a que sus predicadores se han descristianizado aislándose socialmente, pese a relativizar sus doctrinas.

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