Opinión

NUCLEARES, SÍ

José Luís Rodríguez Zapatero quería ocultar que los mercados financieros que ahora dirigen la economía española exigen mantener abierta la planta nuclear de Garoña, y para guardar el secreto hizo divulgar la existencia de un acuerdo Gobierno-sindicatos que evitaría el cierre en 2013. La maniobra de distracción falló, pero ha permitido descubrir que Zapatero, enemigo jurado de lo nuclear, está sufriendo una metamorfosis similar a la de quien deja de ser rojo, como él decía sentirse, para hacerse jefe de Falange.


Desde mayo, cuando Bruselas, EE.UU., China y los mercados financieros le obligaron a cambiar drásticamente, Rodríguez Z. se ha vuelto más racional. Comienza a portarse con más responsabilidad y a gobernar sin seguir sus prodigiosas ocurrencias saltarinas. Pero tuvo seis años para devorar toda mejora de la educación, arruinar los trasvases socialistas, aunque firmados por Aznar, desconocer que España es una nación, crear estatutos autonómicos de tendencias independentistas, estar en un tris de entregar Navarra a ETA, dilapidar el tesoro nacional, malvender el oro del Banco de España, romper el Pacto de Toledo, arruinar la Seguridad Social y lograr que España no exista internacionalmente.


Negaba la energía nuclear y subvencionó masivamente energías exquisitas, pero caras y poco eficientes, como la fotovoltaica, lo que puso la electricidad en hogares y empresas a precios prohibitivos. Regaló los ahorros nacionales a las causas más alocadas con la alegría de un adolescente idealista, y siete años después aprendió algo: que deberá reconocer públicamente que Garoña seguirá abierta.


Algún día estudiarán a Zapatero en las facultades de Políticas como el caso de un becario que llegó a jefe de Gobierno y pasó seis años demoliendo el futuro del país. Al séptimo, lo hicieron descansar. Tarde, porque, como dice Joaquín Leguina, tendría que haber llegado aprendido.

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