Opinión

Revolución sexual

Durante décadas los españoles aspiramos a gozar de las libertades políticas y sexuales de otros países, y las fuerzas progresistas nos esforzamos para alcanzarlas. Pero ahora protestamos si se dice la verdad sobre las consecuencias de lo que en muchos casos se volvió incontinencia. Los post-progresistas, empezando por el actual PSOE, exigen ahora la destitución de Teresa Porras, concejal del PP de Málaga, por “falta de consideración a las mujeres” porque afirmó que en la famosa Feria que se celebra estos días en su ciudad “las niñas van con las bragas en la mano”. “Civismo, que el año pasado las niñas iban con las bragas en la mano para que se le secaran, ¿eso lo ves normal?”, dijo Porras en una entrevista con un diario local. Poca higiene y mucho sexo rápido y casual: las fuerzas post-progresistas, empezando por el PSOE, deberían alegrarse porque hemos conseguido la libertad sexual por la que se luchó muchos años.

No todas las chicas o chicos. La concejal debería haber matizado que “solo” gran número de jóvenes ha alcanzado el “amor libre” que se pedía en las manifestaciones. A diario y en las fiestas populares españolas se multiplica la promiscuidad juvenil. El sexo dejó de seguir normas, de ser el tabú, y ya no existen códigos de autocontrol. Incluso está de moda ensayar la bisexualidad que recomendaba Educación para la Ciudadanía en algunos textos promocionados por el Ministerio de Educación de Zapatero: el tebeo “Alí Baba y los 40 maricones”, y la lesbiana “Guía para chicas. Cómo vivir las relaciones afectivas y sexuales”.

Hemos creado una sociedad sin frenos. Lo que dijo la concejal con lenguaje descarnado es cierto. 

Esta es la España sin bragas ni calzoncillos que hemos buscado y que, por fin, hemos encontrado.

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