Opinión

SUCESOR

En espacios cercanos a esta crónica aparece numerosas veces el apellido del político al que este cronista no nombrará hoy para no aburrirle a usted. Qué injustos son los periodistas de opinión. Han abandonado en masa a Zapatero, al que llevaban endulzando una década y le habían hecho creer que era un enviado de las estrellas. Ahora hisopean al sucesor nombrado a dedo y evitan relacionarlo con el tremendo caso Faisán, de policías a protegiendo a ETA para evitar que otros policías detuvieran a los terroristas.


Pese a que el heredero podría salir herido de ese caso, la prensa ha arrojado a Zapatero a las alcantarillas como juguete roto. Como a un púgil sonado, no por los golpes contrarios, sino porque era cantante romántico, no boxeador. Ahora se piropea al viejo mánager que el cantante tenía de eswcaparate como ministro. Un señor mayor resabiado, calvo, de barba descuidada que le llega a la nuez, y de dientes separados, desiguales y negruzcos. Estamos convirtiéndolo en guapo y en Superman. Porque, es cierto, bajo esa calva posee un cráneo engrasado para la facilidad de palabra y los sarcasmos.

Virtudes que son malas para sus rivales: su afabilidad y chanza ingeniosa, lo hacen un peligroso fajador en los debates, que son los combates políticos. Aunque conserva graves debilidades, como la de ser uno de los padres del deplorable sistema educativo español, por haber sido portavoz del gobierno durante el caso GAL, y sobre todo, por estar muy cerca de la gran traición del caso Faisán.


Aparte, otra debilidad menos analizada: tiene como jefe de campaña a una señora tatuada como una friki llamada Elena Valenciano. Nadie solvente puede hacerse representar por personas que exhiben tatuajes, gente voluntariamente entregada a ritos primitivos y a videncias kakistocráticas.

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