Opinión

El candidato no apoyado

El único presidente de un deporte en el mundo cuyo nombre no sabe pronunciar, ha declinado su deseo de competir por la presidencia de la federación europea de su disciplina aunque el argumento con el que ha explicado su decisión de retirarse de la carrera no acaba de casar con las explicaciones que sobre el caso han ofrecido otras fuentes igualmente autorizadas. El presidente de referencia es el incomparable Ángel María Villar, y el deporte no es otro que el fútbol –pronúnciese así y no “furbo” como él acostumbra- a cuyo despacho de máximo mandatario de la UEFA hasta hace poco aspiraba.

Villar lleva casi un cuarto de siglo ordenando y mandando en el fútbol nacional –sucedió a Porta en 1988-desarrollando una gestión cada vez más polémica que finalmente ha requerido una intervención de la autoridad judicial. Cuida de su hijo Gorka, metido en el negocio, que ha tenido que abandonar la dirección general de la Conmebol, máximo organismo del fútbol latinoamericano, quien ha hecho público un documento anunciando su cese fulminante, y mucho se especula en el universo balompédico sobre los motivos que le han descabalgado. Todos son pálpitos y sospechas, recelo y prevenciones sobre este poderoso sujeto rey de la desconfianza y objetivo de eterno debate que, sin embargo, nadie ha conseguido defenestrar y seguramente no será por la falta de ganas de algunos sectores. El sombrío mundo de la pelota y sus dirigentes de mayor peso no quieren que se vaya porque donde come uno comen cuatro. Hay otros grupos que, sin embargo, desearían verlo desnudo y en la puta calle. Todo depende.

Habituado a dominar tiempos y entresijos de la política de alta escuela, Villar ha ofrecido una explicación propia y personal de su fracasado intento de gobernar la Europa futbolística. Según él, es tan imprescindible en su país que todos sus compañeros le han pedido por favor que se quede al mando de la Federación Española. Según su enemigo natural, Javier Tébar presidente de la Liga Profesional, Villar no alcanzaba de ningún modo los apoyos necesarios y los iniciados sabían que no podía aspirar de verdad al cargo. El esloveno, Ceferin, que también aspira a lo mismo, dijo que los viejos métodos ya no tienen cabida. “La gente quiere transparencia” añadió. Va a tener razón.

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