Opinión

Canto a la berenjena

Mientras el CIS sigue adjudicando a Podemos la segunda plaza en la clasificación de los partidos, los dos fraternales enemigos que se enfrentan por acaparar todo el poder en la formación morada mantienen la necesidad irrenunciable de erosionar ese puesto tan honroso y lesionarse  ellos mismos. Han pasado de los trinos al garrotazo y tentetieso, adornando eso sí la situación con un compendio de almibaradas sentencias tendentes a tratar de minimizar el estropicio. “Disentir no es dividir” canta el coro en el proscenio mientras Errejón e Iglesias se tiran dentelladas feroces y han dejado atrás cualquier sensación de bonhomía que pudieran haber cultivado en un ya lejano pretérito. El ciberespacio sigue con marcado interés esta sorprendente pelea y se manejan símbolos tan impactantes y potentes como una enorme berenjena. Es cierto que las berenjenas son moradas, pero tienen unas formas que para qué las prisas y sugieren situaciones con tres rombos y no aptas para personalidades impresionables o inmaduras pues con una berenjena de por medio todo suena más intenso. Con una berenjena de tamaño natural señalando el camino que conduce a Vistalegre II el mundo parece más duro. Recuerda aquel dedo de Mourinho que guiaba al Real Madrid hacia la eternidad buscando de paso el ojo del añorado Tito Vilanova. Aquí la berenjena  también es luz y guía a pesar de la procacidad de sus formas. Puestos a imaginar sustitutos, morado es el capelo cardenalicio y también lo es una remolacha, símbolos que se antojan o eso me parece a mí, mucho menos agresivos.

Al margen de gustos y elecciones de formas y símbolos, lo que creo evidente es que una situación como la que está viviendo Podemos no constituye precisamente un suceso sencillo. No es fácil que un partido político aguante del tirón un ambiente que se corta a cuchillo donde el número 1 y el número 2 están a garrotazo vivo. Es evidente que tampoco puede tener mucho futuro un presidente de los Estados Unidos que está regañado con todas las instituciones de su país incluyendo la Justicia contra la que arremetió ayer. En el primer caso se supone que esto es un pierde-paga y el que salga derrotado se va a casa y todos tan contentos. El segundo también puede tener arreglo y cabe la posibilidad de que Trump, sumido en la debacle mental, se destituya a sí mismo.

Te puede interesar