Opinión

Cosa de profetas

A medida que nos vamos adentrando en el nuevo milenio vamos siendo conscientes también de los difícil que resulta ser profeta porque ninguno de los gravísimos problemas que se nos están planteando en cadena a partir del ataque de la Torres Gemelas de Nueva York se habían imaginado no siquiera en la abundante literatura y cinematografía de ciencia ficción que, inspirada en el siglo nuevo. nos ha acompañado en los tiempos anteriores al paso del XX al XXI.

La mayor parte del mundo que se nos ha pintado en los relatos que anticipaban la vida a partir del año 2.000 pone especial énfasis en la certeza de que el argumento dominante para ese tiempo sería la relación interplanetaria. No hay película que no se aderece con naves interestelares y viajes a planetas ignotos, no hay relatos que no nos presenten la influencia de otras razas y sin embargo, seguimos viajando en coche, amarrados al volante jurando en arameo y echándole gasolina al vehículo, padeciendo averías y pinchazos y procurando salir con vida de cualquier viaje porque las carreteras siguen cobrándose su tributo en vidas y sangre. Paradójicamente, y contando como referencia “2.001 una odisea en el espacio”, ni la novela de Clarke ni la película de Kubrick fueron capaces de adelantar la existencia de la telefonía móvil, que comenzó a desarrollarse en el último tercio del siglo XX y que ahora forma parte activa y trascendente de nuestra vida cotidiana.

En definitiva, que en lugar de esos permanentes desplazamientos en naves espaciales tenemos un fenómeno como el de el tránsito de refugiados que huyen de la miseria y la muerte en sus países de origen como nadie había imaginado y como nadie reflejó en ninguna película o en ninguna novela porque no era sencillo y ni siquiera agradable imaginar semejante situaciones cuyas consecuencias no podemos ni imaginar ni sabemos en qué terminará parando.

Ser profeta no es por tanto un oficio sencillo y los profetas no han dado una. H.G. Wells suponía que la tierra estaba condenada a ser invadida por alienígenas despiadados capaces de acabar a tiros con la raza humana. El cuadro que tenemos hoy ante nuestros ojos no contempla la presencia de marcianos asesinos disparado a todo lo que se mueve. Igual es que no nos hacen falta.

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