Opinión

Las damas de hoy y de antaño

El tono de zoco persa que adquiere el tiempo posterior a una cita electoral bate todos los registros de fanfarria y porfía cuando se trata de unas elecciones municipales en las que, aunque parezca incomprensible, al alcalde no lo eligen los resultados directos de las urnas sino los propios concejales electos. Basta con que se produzcan unos resultados como los que se han dado en las que acaban de celebrarse para que tengamos a todos los partidos sumergidos en unas conversaciones que se van tornando más y más desagradables con el tiempo y demuestran lo que todo el mundo sospecha y acaba sabiendo. Que el poder les pone a todos berracos y que la negociación se plantea con una generosidad muy relativa y más bien en clave de pura y dura mercadotecnia.

Mandar le gusta a cualquiera – a mí no tanto, no crean- y quienes aceptan la pertenencia a un partido político y su inclusión en una lista cara a cualquier sufragio se guían muy especialmente por ese regusto que da tanto subidon cuando uno comprueba que abre la boca y a uno se le cuadran hasta las farolas de la calle. Hay que tener un cierto cuajo para ello, hay que olvidarse de que la vida da muchas vueltas y que nada sabe cualquiera de lo que espera a la vuelta de cada esquina, pero una vez vencidos esos resquemores y solventados ciertos sofocos que generan los murmullos de la conciencia, ya se está preparado para negociar y sacarle partido a cada una de las situaciones que otorgan ventajas en la conversación y generan un cierto privilegio. ¿Para qué presentarse si no fuera así?

Lo que pasa es que todo lo que sube baja y todo lo que hoy está tieso se desmorona mañana como ya sabemos y como escribía Ronsard en sus poemas medievales en los que se preguntaba horrorizado qué fue de aquellas bellas damas de antaño.

Nunca he entendido la política y a mis años es difícil que me cambie de rumbo la vela. Pero a los que les gusta, vale la pena recordarles que los verdaderos protagonistas de esta aventura son los ciudadanos y que en ellos hay que mirarse e inspirarse a la hora de plantar el puesto y escuchar las ofertas que llegan de uno y del otro lado. Sospecho que es difícil y que hay un punto de comprensible ambición personal en este ejercicio se sea de la ideología que se sea. Pero si bien es difícil, no es imposible. Y por ahí hay que empezar el regateo.

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