Opinión

La deuda de las autonomías

Tiene el PP en las comunidades autónomas en las que manda su cara y su cruz. La comunidad más endeuda de España es la de Valencia, que gobiernan los populares y que ha sido escenario de las más variopintas y truculentas escenas de gasto mal contenido y actuaciones que han necesitado la intervención de la autoridad judicial. En cambio y por el otro extremo de la fila, la menos endeudada es la de Madrid en donde también gobierna el PP y en la que se ha tenido buen cuidado en ajustar el gasto con carácter espartano. Son el anverso y el reverso de un escenario político y administrativo en el que el poder es hoy de los conservadores pero que las encuestas no pronostican que puedan mantener si es que no pactan. Valencia debe más del 37% de su propio PIB mientras Madrid apenas sobrepasa el 12.

Entre medias de ambas –cabeza y cola de una administración autonómica que en general ha gastado mucho más de lo que tenía a su disposición y lo ha hecho además sin rendir cuentas y apuntando sus balances en una barra de hielo- están todas las demás. Algunas de ellas, como ocurre con Castilla-La Mancha que debe el 34%, tienen un arreglo muy relativo. Cataluña por ejemplo, cuya deuda representa el 33% de su producto interior bruto, está absolutamente asfixiada por una desastrosa gestión que la ha empobrecido al límite y que depende por tanto para cubrir sus necesidades y resolver sus problemas de impagos, de la generosidad con que la trate la Administración Central. Es un golpe muy duro para el orgullo triunfalista de sus gobernantes y una carga excepcionalmente pesada para el presidente Mas que juega a independencia en su discurso pero no tiene más remedio que poner la mano en actitud pedigüeña si quiere seguir manteniendo en posición razonable sus servicios sociales.

Galicia está serena y buenamente equilibrada. Debe un 18% y muestra unas finanzas claramente subsanables y un expediente de lo mejorcito aunque no le toca examinarse en las urnas para esta convocatoria. Sin embargo, esta sensación de cuentas razonablemente sensatas y un horizonte que empieza a despejarse tras años de pasarlas amargas puede ayudar a Rajoy en su difícil empeño de no perder mucho poder en las municipales. El presidente va a mojarse a conciencia y se propone comprometerse en esta cita. Probablemente, y aunque mítines y actos propagandísticos electorales estén de capa caída, no le queda otra que darse a ver si quiere seguir manteniendo parte de las conquistas de elecciones pasadas.

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