Opinión

Un día triste


 

Después del mortal accidente de la estación de Porriño, uno no sabe siquiera qué decir y teme que sus palabras suenen huecas y simplemente tópicas y obligadas. Nada más lejos de la realidad al menos en intención, pero el que escribe no sabe impregnar de sentimientos sus torpes frases sobre dolor y solidaridad porque quien ha perdido a un ser querido en este trance es el único que conoce el efecto desgarrador de una situación como la que toca padecer tras un terrible accidente ferroviario. Cuatro víctimas mortales ha dejado la catástrofe y personalmente siento más cercana la del hijo de un veterano sindicalista de UGT con el que he tenido relación en mi vida profesional y al que me gustaría enviar desde aquí un emocionado abrazo en la convicción de que no servirá para paliar los efectos devastadores de una pérdida como la suya y que, probablemente, no resiste comparación con nada. La muerte de un hijo es, estoy seguro, el trance más terrible al que se puede enfrentar un ser humano y no hay frases de consuelo ni testimonios de dolor que valgan. Me gustaría recordar también en esta columna escrita a empujones, al interventor, al maquinista del convoy y al turista estadounidense. Y poco más. Lo mejor, en semejantes situaciones, es agachar la cabeza y callarse.

En todo caso, y con la memoria puesta en otras tragedias ferroviarias recientes, mi petición de hoy y sospecho que la de todos, es pedir que se apliquen los medios necesarios para que estos pasajes tremendos no se repitan porque aunque el cero absoluto en materia de víctimas de accidentes de transportes es una utopía, parece lógico suponer que a estas alturas del siglo XXI y en medio de vertiginosos avances tecnológicos, los descarrilamientos ferroviarios deberían, en su mayoría, poder controlarse. Hace años existían aún los temibles pasos a nivel pero se han ido erradicando por fortuna y ya no existen. El reto que se plantea hoy es la implantación de sistemas de seguridad combinados en los trenes y en las vías que consigan detener el tren en el momento en que se detecte en los sistemas computerizados la presencia de una amenaza. Con la tecnología del nuevo milenio esta tarea no debería ser un imposible.

Hoy es un día muy triste y también lo será mañana. La vida sigue, es verdad, pero es mucho el precio que se paga.

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