Opinión

Dios salve al rey


Uno tiene la percepción de que en este Gobierno tan numeroso y tan variopinto hay personajes que destacan, otros que van por libre, otras que no se enteran de nada y otras que están de más, circunstancia por otra parte comprensible teniendo en cuenta que  en él conviven elementos de diferentes cataduras, desempeñando infinidad de cargos, algunos tan superfluos y carentes de significado que sus titulares se aburren y necesitan asomar de vez en cuanto la cabeza para no ser olvidados. No hay gabinete más nutrido en todas las democracias occidentales y esa condición aboca a la inutilidad porque tres son multitud. El mal evidentemente está en la propia raíz de su constitución, cuando el presidente que salía de un resultado electoral insuficiente hubo de pactar hasta consigo mismo para poder sentarse en la Moncloa tras un primer intento estéril.

Después de aquella pintoresca confesión de un presidente que con toda sinceridad reconoció que no podría dormir si se juntaba con el líder de Podemos, y una rectificación sobre la marcha que eliminó de un plumazo todo lo dicho anteriormente, se constituyó un ministerio que había de recompensar las cesiones del pacto y tenía que hacer hueco a docenas y docenas de personas que reclamaban qué hay de lo mío.

El resultado fue un primer equipo presidencial con cierto encanto en los nombres pero de inutilidad manifiesta en sus cometidos, y un  remplazo mucho más complicado y desequilibrado todavía en el que existe de todo menos concordia. Vicepresidentas que han tomado su comisión como trampolín para destinos más enjundiosos, titulares de carteras de los que no se sabe una palabra, vagas y vagos de solemnidad, ciertos profesionales decepcionantes que parecían entender de las materias hasta que se ha comprobado su inopia,  y especialmente, aquellas y aquellos de diseño, vistiendo moda prudentemente atrevida, deslizando un discurso previamente elaborado por un equipo de imagen, y tomando decisiones que conmueven hasta los cimientos en su disparatado cometido.

El último de los golpes de efecto ha sido obligar a la Fiscalía a que detenga el Toro de la Vega a cuatro días de su celebración. Como en la garita de la Fiscalía hay un obediente, lo más probable es que el toro se quedé en el toril al menos hasta el año que viene. Tras el sainete de Moncloa y los ciudadanos seleccionados para lucimiento del líder, todo es posible.

Es evidente que con un Gobierno de esta naturaleza no se puede vivir tranquilo pero eso es lo que hay. Hoy por lo menos.

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