Opinión

A disgusto diario

No es el primer político que propone un disparate diario. También los hay en Europa pero el caso de Donald Trump es especialmente alarmante porque el pintoresco e ininteligible sistema electoral estadounidense ha puesto en manos de un personaje tan inestable e iletrado como él los destinos del país más poderoso del mundo. Si a un alcalde pongamos por caso, se le ocurre una barbaridad con la que aligerar el tedio de cada jornada, el impacto es relativo y la solución relativamente sencilla. Para empezar lo sufren únicamente sus convecinos, y si las cosas se ponen muy peliagudas el resto de la corporación acaba poniéndose de acuerdo para pactar una moción de censura y librarse. Pero el problema que plantea este señor del tupé amarillo es más trascendente y parte de la convicción de que no existe un modo simplificado de echarle. Pero además  sus decisiones no afectan únicamente a los más desasistidos habitantes de su país que sería ya rotundamente trágico sino a la población mundial que esconde un mayor drama. Se trata de una reflexión que produce escalofrío a la vista del desbarajuste que ha organizado tras una semana escasa de residir en la Casa Blanca. Sinceramente, en los principios  sospeché que el nuevo presidente no adoptaría decisiones traumáticas al menos hasta no tomarle el pulso a la nación pero me equivocaba. Un individuo como Trump no se detiene en minucias ni reflexiona cuáles serán las consecuencias de sus actos. Los comete y basta.

Sospecho sin embargo que es el único presidente de los Estados Unidos al que la CIA –que salvo error u omisión es suya y está pensada para servirle y ampararle- al que ha sacado los colores ya nominado para el cargo. Una vez Trump hubo ganado las elecciones, la agencia hizo públicas sus conclusiones sobre la intervención de Putin y Rusia a favor de su campaña. Fue un dictamen demoledor y un amigo mío muy versado en teoría política dice que ha sido un aviso muy serio y que podría desembocar en un hipotético y futuro  golpe de Estado si el presidente no corrige su hoja de ruta. Puede ser, pero por el momento salimos a susto diario.

Por ahora, los únicos que han alzado la voz son los actores de Hollywood. Y está muy bien eso, pero debería constatarse una oposición más política e institucional que Meryl Streep y sus muchachos. 

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