Opinión

El fantasma de la televisión

Los pocos españoles que aún sintonizamos ocasionalmente las emisoras de la televisión pública, obtenemos con ello sobradas razones para entender por qué RTVE pierde espectadores a cada jornada que emite. En la noche del miércoles sintonicé el programa “Lazos de sangre”, dedicado a la reina Fabiola, y ante mi pasmo su protagonista duró en pantalla los primeros minutos del espacio para ser sustituida de inmediato por Tamara Falcó y su frustrado idilio con Iñigo Onieva, bajo el pretexto argumentado por los tertulianos de que ella era pariente lejana de la soberana de los belgas.  La deriva suicida adoptada en sus contenidos por la tele de todos, sometida a permanentes vaivenes políticos y destinada a perecer bajo el mal uso de cada gobierno que la convierte en herramienta al servicio de sus intereses, corre paralela con la errática designación de sus responsables máximos, que han de plegarse necesariamente a los designios de los partidos que gobiernan lo que convierte la programación en un interminable  compendio de mensajes subliminales y consejos partidistas que filtran en cada rincón de sus programaciones. El dislate es incluso dramático cuando lo que entra en juego es la cúpula del medio. La última víctima de este vagabundeo imbécil ha sido la defenestración del director anterior, Juan Manuel Pérez Tornero, colocado en el cargo por Moncloa y cuyos procederes no han satisfecho las expectativas del Gobierno. Desde allí se ha actuado sin miramientos. Tornero, un periodista de buena formación intelectual y universitaria, con una larga experiencia en RTVE desde el desarrollo de programas culturales y una permanencia razonablemente valorada en la función docente, ha salido por la ventana para dejar paso a la desastrosa e inconstitucional fórmula encarnada por Rosa María Mateos y la interinidad controlada, que en este caso va a desempeñar una redactora del área de Deportes llamada Elena Sánchez que pasó por la presentación de informativos y creó un programa de cocina hasta que, con Mateo presidiendo el medio, fue ascendiendo peldaños hasta convertirse en secretaria general, consejera y presidenta de su Observatorio de Igualdad. Hace unos días leí a un experto comunicador que sentenciaba: “una televisión pública lo primero que tiene que tener es público”. Esta nuestra no lo tiene y está al borde de  la desintegración. Se lo ha ganado a pulso.

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