Opinión

Los endebles pilares

La situación por la que atraviesa Pedro Sánchez no es envidiable. Su precariedad política le obliga a adoptar medidas de compromiso con quienes le sostienen en la Moncloa, medidas por otra parte que le enfrentan con los sectores económicos y financieros más poderosos del país. El IBEX se desplomaba a medida que desgranaba su discurso y al mismo tiempo sus socios de coalición y el sector independentista del que paradójicamente depende le exigían más y más y más e incluso lo vituperaban por rácano como hizo Rufián hasta conseguir cabrearlo. Dos ámbitos, dos amenazas, dos dificultades.

El problema de esta triste situación que coloca al presidente del Gobierno en una escenario casi desesperado, es la certeza de la sociedad española e incluso probablemente de su propio protagonista y el cinturón de hierro que ha construido para que le guarde la espalda, de que esta descomposición política se la ha ganado a pulso él solo.  Este debate de Cortes es el claro ejemplo de una carrera  por la supervivencia que lo ha empujado a todos los pactos, los buenos, los malos y los muy malos. Sánchez no ha desgranado una cadena de medidas meditada y contrastada para combatir la crisis porque nunca ha gobernado obedeciendo un plan ni nunca gobernar con prudencia, sensatez y sensibilidad le ha importado. Como analizaba con su proverbial pragmatismo gallego Alberto Núñez en los micrófonos de una cadena de radio y con el confortable ángulo de visión que le permite su escaño en el Senado a la espera de vérselas en el Congreso cuando llegue la hora, el presidente no tiene un plan contra la crisis: solo uno que le permita agotar la legislatura. 

Sánchez ha construido el relato que le ha llevado hasta aquí sobre bases tan endebles como la improvisación, el populismo y la necesidad de ir contentando a sus aliados y cediendo en sus peticiones hasta que ya no hay ni siquiera pilastras. La improvisación le ha conducido a un callejón sin salida, el populismo  ya no funciona porque los administrados se ha retraído paulatinamente ante la certeza de que Sánchez a nadie inspira confianza, y sus concesiones ya no le permiten liberarse de la mano que estrangula y con la que le asfixian sus socios. Para colmo, no puede pagar las medidas que pregona y los empresarios le han retirado el saludo. Así no es fácil llegar a fin de mes. Ni siquiera en la Moncloa.

Te puede interesar