Opinión

Feliz cumpleaños Sir Paul

Paul McCartney –o como debe ser nombrado en razón de su dignidad y prestancia, Sir Jame Paul McCartney O.B.E.- es quizá el mayor talento musical vivo existente, y uno de los más grandes intérpretes, compositores e instrumentistas de música popular de todos los tiempos.

Nacido en la maternidad del Walton Hospital de Liverpool el 18 de junio de 1940 –centro en el que su madre Mary, irlandesa y católica, ejercía como matrona- ayer cumplió ochenta espléndidos años. Y aunque admito que a mucha gente su persona le traiga sin cuidado, yo siento verdadera necesidad de recordarlo en una fecha muy explícita la cual, en virtud de su admirable aportación al bienestar espiritual y cultural de millones de gentes como yo mismo que hemos crecido, madurado y envejecido a los compases de su dilatada obra, muestra las excelencias de una larga trayectoria en favor de la felicidad y el placer intelectual del género humano.

No me cansaré de repetir que sin ser nada del otro mundo y mucho menos bueno, yo soy mejor persona gracias a los Beatles. La música encerrada en las doscientas trece canciones que constituyen su catálogo y su espléndido legado para tiempos venideros es de una dignidad y una calidad extraordinaria, lleva sesenta años surcando el aire, se escucha incluso desde el éter y se mantiene fresca y en un estado de perenne actualidad con el mismo y extraordinario nivel de influencia y aceptación que cuando fue creada, fenómeno que no está nada mal para pertenecer a cuatro chavales del norte de Inglaterra que la compusieron, la tocaron y la grabaron cuando ninguno de ellos había rebasado los treinta años. Para pertenecer a un adolescente zurdo que apareció montado en bicicleta en una fiesta parroquial y se quedó allí tocando la guitarra un rato, reconozcamos que no está nada mal el resultado.

Paul McCartney podría haber sido simplemente el bajista de una banda de rock and roll pero, por fortuna el día que Stu Sutcliffe colgó el instrumento para, perdidamente enamorado de su novia no volver de Alemania, y a él no le quedó más remedio que sucederlo en el bajo, algo mágico comenzó a gestarse. Una carrera deslumbrante y una trayectoria irrepetible –con subidas, bajadas y algún que otro solemne pinchazo- que se mantiene hoy y que legitima a su protagonista como referente mundial de un valor irrepetible, ecuménico e interracial, polivalente, indiscutible y rotundamente hermoso. Feliz cumpleaños Paul, y muchas gracias.

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