Opinión

El fontanero-periodista

Somos los periodistas unos sujetos/as de natural atrabiliario y comportamientos inestables, a los que nos interesan las cuestiones más peregrinas. Tenemos una curiosa interpretación del protocolo gremial, de modo que podemos reaccionar bravamente cuando nos cuestionan como colectivo, pero entre nosotros no solemos ser habitualmente solidarios y casi siempre nos llevamos fatal. Personalmente  tengo un gran respeto por mis colegas pero, salvo excepciones, no los tengo entre mis amigos más íntimos. Somos gente taciturna, solitaria y no bien aceptada socialmente. Cuando en una reunión en la que nadie te conoce uno canta la gallina y confiesa que es periodista, los demás, con elegancia y disimulo, dan las buenas noches muy educadamente y salen pitando. 

Será por estas curiosas atribuciones que esculpen nuestro estrafalario carácter, por lo que somos el perejil de todas las salsas, y uno puede encontrarse con un/una periodista desempeñando las funciones más disparatadas. No solo los hay distribuidos a lo largo del escalafón en el que se reúnen los oficios relacionados con la información que sería lo suyo, sino que los hay jefes de gabinetes políticos y lo que es más preocupante, un paso más al fondo como fontaneros con toda la barba. Si existe empleo cuya sola mención me pone los pelos como escarpias es el de fontanero. Y como para ejercer de periodista sigue sin ser imprescindible el desarrollo de una formación titulada que se relacione con la materia informativa, se produce en este mundillo altamente secreto y subterráneo de la fontanería la proliferación de personalidades tan  controvertidas como este tal Juanma del Olmo que, sin ser nada de nada, se ha instituido como fontanero mayor del vicepresidente Pablo Iglesias al que sirve desde un puesto muy característico que dice mucho para no decir nada: Director de Estrategia y Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de España que simultanea además con el de Secretario de Comunicación de Unidas Podemos con puesto en la ejecutiva y poder absoluto. Dicen que donde aparece acojona.

Me reconforta suponer que los periodistas de verdad seremos algo raros de comportamiento y trato, pero rechazamos los puestos de fontanero porque nos parecen reñidos abiertamente con las reglas éticas y morales que nos ennoblecen y nos avalan. O sea que, por fortuna para el resto, dicen que son periodistas pero no lo son.

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