Opinión

El listo y los tontos

Conocí a Mariano Rajoy hace muchos años y siempre mantuve con él muy buenas relaciones que, naturalmente ahora no existen porque hace mucho tiempo que no nos vemos. En realidad, apenas nos volvimos a encontrar desde que decidió cerrar la puerta de Galicia y marcharse a Madrid harto de Fraga, de su ordeno y mando y de sus destemplanzas. Tuvo la delicadeza de comunicármelo personalmente en un almuerzo en Pontevedra. Le dije que me parecía un tanto arriesgado que se lanzara sobre Madrid en paracaídas y me contestó que ya se las arreglaría y que prefería pasar un calvario a quedarse y seguir aguantando a don Manuel y su maldito genio. Le respondí con la mayor sinceridad que le deseaba mucha suerte. La tuvo sin duda, y la prueba más evidente de que le acompañó la fortuna es que, a día de hoy y mientras no llegue a otras conclusiones la anunciada sesión de investidura, es el presidente del Gobierno en funciones y el líder del partido más votado por los españoles en tres convocatorias seguidas.

Pero no creo que sea buena minimizar la trayectoria de Mariano Rajoy y pensar que todo lo conseguido es consecuencia de su proverbial buena suerte porque pecaríamos de injustos y sobre todo, aplicaríamos un análisis social y político completamente incorrecto. Es, en mi opinión, el gravísimo error que han cometido los asesores de Pedro Sánchez durante estos últimos tiempos. Menospreciar al adversario. Él y el equipo logístico que le presta apoyo han entrado en Ferraz como un elefante en una fábrica de loza y han supuesto que estaban echándole un pulso a un imbécil -con una flor en las posaderas pero al fin y al cabo un imbécil- sin considerar que Rajoy es mucho más listo de lo que los nuevos estrategas de la calle Ferraz suponen y mucho más espabilado y sagaz de lo que el común de los ciudadanos cree. Más sabe el diablo por viejo que por diablo y a Rajoy le han crecido los dientes en este universo tan complejo y tan sibilino y sabe cómo moverse en este ámbito tan cómodo con el control de los tiempos como obtusos y despistados están los hombres y mujeres que asesoran a su oponente. Se darán cuenta tarde cuando haya que votar el día de Navidad, último tramo de la envolvente. Mariano de tonto no tiene un pelo. Se lo prometo.

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