Opinión

No se enteran

Historia tiene esas servidumbres que abocan a perecer con dolor a sus protagonistas cuando toca final de ciclo. El de Boris Johnson se ha ido cuajando en excentricidades, excesos y cerveza hasta que no ha dado más de sí y mira que se lo han ido advirtiendo los acontecimientos. Johnson es un sujeto de una peculiaridad activa y combativa que casaba francamente mal no solo con el número 10 de Downing Street –que parece una modesta casa de vecindad por fuera pero en la que la procesión va por dentro- sino con el perfil de su propio partido, los serios y circunspectos tories de toda la vida, los de gesto prieto y flema británica, los de William Pitt, los de Robert Peel, los de Neville Chamberlain o Winston Churchill sin ir más lejos.

Boris Johnson no tiene ni tendrá nunca el empaque de sus antecesores, La sonrisa escasa y el gesto contenido de Margaret Thatcher, la mirada intensa de Edward Heath o la suave y protocolaria bonhomía de John Major. Tampoco será Cameron y su jovialidad juvenil que le llevó a meter a su país en un verdadero lío que acabó con él fuera de la Unión Europea. Johnson es un verso suelto -más bien suelto que verso- que no dejará una huella admirada en la añeja aventura universal del Reino Unido. Su Gobierno comenzó a dimitirle en cascada y el  último en aceptar lo inevitable fue él mismo. El miércoles alzó bandera blanca y dimitió de su cargo. Mucho antes debería haberlo hecho.

Pero la condición humana es muy reacia la asunción de los finales de ciclo y se aguza como gato panza arriba contra esos hechos, una cuestión que no solo se produce en los políticos británicos muchos de los cuales plantaron de forma honorable y se volvieron a casa cuando fueron conscientes de sus errores transmitiendo compromiso y ética una vez comprendieron los hechos. A Johnson le ha costado la vida comprenderlo.

Tampoco lo entendió a la primera Zapatero y fue su propio partido el que lo bajó del guindo y lo puso en fuera de juego. Estoy seguro que ahora que se gana la vida con largueza alternando canongías públicas con el blanqueo de líderes latinoamericanos por libre, bendice el día que su propio partido le prohibió presentarse de nuevo. Sin embargo no se enteró de lo del fin de ciclo. Tampoco parece haberse enterado Pedro. Allá  él.

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