Opinión

Revilla el incontinente

En el hipotético caso de que el rey Felipe VI se decidiera a buscar un portavoz –cuestión que todavía no se ha llevado a cabo en Zarzuela- estoy por asegurar que no sería Miguel Ángel Revilla por la sencilla razón de que le pierde más su boca que las anchoas que se lleva según dicen a estas visitas. Revilla es un tipo simpático que ejerce de presidente de Cantabria como podía estar vendiendo crecepelo desde su carreta, pero cuando los motivos de sus indiscreciones están directamente relacionados con cuestiones de Estado esas palabras pueden causar efectos irreparables. De personaje dicharachero y una miaja populista se torna en un sujeto a su aire irresponsable y peligroso. Lo que Revilla ha hecho con el Rey nada más salir de su audiencia es de una frivolidad incalificable salvo que estuviera previamente pactado lo cual dudo.

Pero además de su proverbial incontinencia fruto de un ego ligeramente cachondo pero sin duda desmadrado y siempre de efectos impredecibles, el problema de Revilla es que confunde sus razones con los razonamientos de los demás y así se explican sus polémicas confesiones tras su conversación con el monarca. ¿Le confesó Felipe VI todo lo que Revilla explicó que le había confesado Don Felipe a la salida? Probablemente no, y el presidente cántabro aderezó sus declaraciones con opiniones propias que seguramente expresó él al soberano y no al contrario.

Sea como fuere y no es la primera vez que ocurre, la ligereza de un político de vodevil como este hombre inefable y retrechero ha metido en un lío al prójimo con el agravante de que esta vez, el prójimo es precisamente el que ostenta la corona en vísperas por otra parte de un importante viaje de Estado a Barcelona en el que hay muchas cosas en juego. Siguiendo el protocolo que tanto le gusta, Revilla llegó a Zarzuela en el Mini de un amiguete y seguramente llevaría bajo el brazo una caja con anchoas de Santoña que están de muerte. Se encontraría con alguien en los urinarios de palacio y cantaría “Madre cuando voy por leña” mientras hacía pis. Pero cuando la coyuntura es tan delicada y afecta directamente a quienes afecta, esas anécdotas tan divertidas que cuenta luego en sus libros no tienen maldita la gracia.

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