Opinión

Veinticinco años

El  destino es tan caprichoso que ha decidido elegir la tragedia de Miguel Ángel Blanco como foco de tensión política extrema, y lo ha hecho veinticinco años justos después de que se produjera. Flota en el ambiente recordándonos a los más veteranos del lugar el tiempo de incertidumbre e intenso drama que vivimos en aquellas fechas espantosas, desde el 10 de julio de 1997  cuando fue secuestrado, hasta  el día 13 en el que sus asesinos lo abandonaron herido de muerte pero  aún  con vida en un descampado donde los pistoleros le dispararon en la nuca al anochecer del día 12. Aquellas horas amargas, el miedo, la emoción, el desconsuelo, la desolación, la incertidumbre, el espanto… quedaron grabadas en la mente, en el corazón, en el alma de la entonces indolente sociedad española. Y también y en medio de aquella pesadilla, reinó durante un momento desgraciadamente efímero, la esperanza. El día 12 se concentró en Bilbao la mayor manifestación contra ETA que se ha dado cita a lo largo de toda esta truculenta historia  de más de medio siglo de miseria y sangre. Ese día, y en medio de un clima de tensión nunca más vivido, ante la amenaza de ETA quien advirtió que el concejal de Ermua sería ejecutado si el Gobierno no accedía a atender sus peticiones de concentración de presos y excarcelaciones, más de medio millón de personas invadieron las calles de la capital guipuzcoana, y concentraciones similares tuvieron lugar no solo en las grandes capitales del país como Madrid, Barcelona, San Sebastián, Sevilla, Valencia o Zaragoza sino en núcleos modestos. Yo estuve en una de ellas organizada espontáneamente bajo la esfera de un reloj en un pueblo pequeño y pesquero de la provincia de Pontevedra. 

Veinticinco años después, María del Mar Blanco, hermana de la víctima –un joven economista de origen gallego, militante del PP y batería de una banda de rock en sus horas libres-  ha tenido que personarse como acusación particular ante la postura adoptada por la nueva cúpula de la Fiscalía que ha estrenado su cargo intentando pasar página y echando mano de argumentos falaces para librar de imputaciones a los dos jefe de ETA responsables de aquella barbarie. Bildu, que ahora se ocupa de rescribir la Historia, ya no tiene obstáculos para hacerlo a su gusto. Los asesinos no responderán de sus crímenes porque habrán prescrito y las víctimas se tornarán en culpables.

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