Opinión

Amnesia

Según la mitología griega, Mnemosyne era una Titánide, hija de Gea y Urano, que personificaba a la memoria. De ella recibían reyes y poetas el poder de hablar con autoridad, según Hesíodo, a través de la especial relación con sus hijas, las nueve Musas; a quienes había concebido de su sobrino, el dios Zeus -disfrazado de pastor humano-, tras yacer con él durante nueve noches consecutivas en las colinas de Pieria.

Aunque su figura no encaja de todo en esa categoría, parece que a Mnemosyne se la encuadró entre los Titanes por la importancia para su cultura oral que daban los griegos a la memoria, la cual consideraban uno de los pilares esenciales de la civilización. De hecho, el nombre Mnemosyne procede precisamente del sustantivo griego “mneme” (memoria, recuerdo), que está en la base de palabras castellanas como amnesia (falta de memoria).

Casualidad o no, la palabra amnesia está relacionada con otra muy de moda últimamente, como es “amnistía”. De hecho, en catalán, solo tiene una letra más, “amnestía”, término que también es castellano, aunque en desuso, según el diccionario de la RAE; que, por otra parte, no puede ser más claro sobre su significado, directamente conectado a la etimología citada: “olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores”. Amnesia, en una palabra.

Ya se ha dicho por activa y por pasiva que el artículo 62 de la Constitución solo permite los indultos particulares, prohibiendo expresamente los generales. Siendo que las consecuencias del indulto son de menor calado que las de una amnistía, parece poco defendible pretender que esta figura encuentra encaje en nuestra ley de leyes. De hecho, informes técnicos solicitados en su día a los letrados del Congreso apuntan en la misma dirección.

Aparte el hecho de que aprobar una hipotética ley de amnistía podría resultar una decisión arbitraria por parte de quienes la tomen (siendo tal la esencia del delito de prevaricación), la senda de la amnistía legal puede conducirnos a un laberinto judicial de proporciones titánicas; al menos, si se considera un principio tan elemental como el que dispone que cualquier ley puede ser derogada por otra posterior.

No deja de sorprender que un partido aparentemente tan preocupado por la memoria histórica como es (o era) el socialista, se abandone por completo al olvido cuando más le conviene, con tal de forzar una investidura a todas luces desproporcionada en relación con el precio a pagar por ella. Pero ya lo dijo el autor español George Santayana a principios del siglo XX: “los que no recuerdan su historia están condenados a repetirla”.

Los antiguos griegos, geniales inventores de la democracia, valoraban la memoria frente a su opuesto, el olvido. Tal y como escribió Rosetti, en el marco de su cuadro: “del cáliz alado del Alma llenas tu lámpara, oh Memoria, con alas de fuego hasta su objetivo”. La derecha y la izquierda de Mnemosyne conjuradas en simbiótica alianza para maldecir con ella el olvido. De estar condenados a repetir algo, mejor otra cosa que la historia.

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