Opinión

Apocalípticos e integrados

A punto de cumplirse un año del proyecto iniciado con la publicación de esta columna, “Mejorando lo presente”, no podría haber sido más sorprendente e inesperado el giro que han tomado desde entonces los acontecimientos, a nivel local. Aunque procedería decir, más bien, la falta de giro, si se consideran los resultados que han vertido las elecciones municipales en nuestra ciudad, mostrando de nuevo un panorama tan atípico como complejo.

Se ve que así somos, quizás, los seres humanos o, al menos, los que habitamos en esta singular urbe: atípicos y complejos. O, tomando prestado el título de la novela de Umberto Eco, apocalípticos e integrados. Para los primeros, la destructiva cultura de masas impide al público expresar sus preferencias reales. Para los segundos, más optimistas, la ciudadanía participa y su opinión se tiene en cuenta. 

Trasladando la dicotomía al escenario de nuestra política local, parece claro que ambas idiosincrasias no solo están presentes, sino también destinadas a convivir, como mínimo, durante cuatro años. Asumiendo este bipartidismo líquido, será tarea de los representantes libremente elegidos conseguir una convivencia, si no feliz, sí al menos lo más civilizada posible, para que nuestra ciudadanía alcance, por fin, el destino que merece. 

Cierto es que, comenzando a escribir la entrega de esta semana, las ideas gravitaban, sobre todo, en torno a las distintas combinaciones para formar un gobierno municipal, dentro del complicadísimo marco que todo el mundo conoce ya -incluso allende nuestras fronteras-, con el que nos tocará lidiar, tarde o temprano, a quienes hemos tenido la osadía de adentrarnos en tan tenebroso escenario y sobre el que se deberá arrojar alguna luz.

No obstante, concluida y releída, diversas razones aconsejan dejar esa versión, de momento, en su cajón electrónico, al menos, por esta semana; dado que, si de arrojar luz se trata, más vale que no proceda de echar más leña al fuego, que ya bastante arde por sí mismo, sin que resulte preciso tener que avivarlo. Corresponde ahora dejar que los acontecimientos sigan su curso, así como reservar las lecciones para cuando convenga darlas, si conviene. 

Además, sería mal visto seguramente -y no sin razón- que cualquier insider difundiera conocimientos privilegiados obtenidos mediante concretas conversaciones o decisiones adoptadas en grupos de trabajo que, hasta el momento en que se decida hacerlas públicas a la comunidad, puedan requerir cierta confidencialidad inicial; reserva que, por otro lado, todo el mundo debería comprender.

Por todo ello, desde estas líneas, simplemente procede hoy lanzar un mensaje encaminado a acentuar la necesidad de encontrar puntos de consenso, para sacar adelante el proyecto que deberían compartir todas las fuerzas del espectro político, sin excepción: el que se fundamenta sobre el progreso y el bienestar colectivos para la ciudadanía ourensana. Ésa fue siempre -y así seguirá siéndolo mientras dure- la aspiración de esta modesta columna.

Apocalípticos e integrados, como un yin y un yan, las fortalezas de los primeros son las debilidades de los segundos y viceversa. Destinados a navegar juntos en el proceloso mar de la gestión local, remando cada cual en una dirección será imposible conseguir que nuestro barco avance. Para alcanzar objetivos, es preciso remar juntos, pese a las lógicas e inevitables diferencias. La manera de cambiar nuestro futuro es cada día, mejorando lo presente.

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