Opinión

Brillantes paradojas

Icónica donde las haya, paradójicamente, en la escena de Gentlemen Prefer Blondes (Howard Hawks, 1953) donde Marilyn Monroe canta y baila al ritmo de “Diamonds Are a Girl’s Best Friend” sobre fondo rojo y ataviada con un traje fucsia, la idea inicial era otra: cubrirla con bandas negras cuajadas de pedrería, simulando un collar del tamaño de una mujer. Felizmente, la propuesta se desterró por escandalosa para la época.

También es paradójico que la Fox, productora del filme, presionara al inicio para que fuese la soprano Marnie Nixon y no Monroe quien cantase la canción de Robin y Styne donde glosan con picardía -a modo de Cole Porter- las virtudes de los diamantes. Casi setenta años después, todavía se comercializa su disco, declarado por el American Film Institute como una de las doce canciones más famosas de la historia del cine. 

Pero la mayor paradoja sería sin duda que Lorelei Lee -personaje que encarna la actriz- se perdiese en el desierto de su Arizona natal cubierta de pies a cabeza con las piedras que tanto adoraba: sin pensarlo, no cambiaría una sino todas por una mísera cantimplora de agua al primero que pasara. Esta fabulación es, en realidad, un fenómeno conocido ya desde Adam Smith como la paradoja del valor (o del agua y los diamantes).

Economistas de toda índole han debatido la contradicción existente entre el alto valor de ciertos bienes prescindibles, como los diamantes, y el mucho más bajo o casi nulo de otros imprescindibles, como el agua; intentando explicar tal incongruencia desde las teorías más clásicas, fundadas sobre el valor objetivo del bien, hasta alcanzar la noción más moderna de utilidad marginal, basada sobre el valor subjetivo.

El valor de un bien no tendría entonces tanto que ver con sus propiedades como con la actitud de las personas hacia el mismo, quedando determinado por su utilidad marginal (esto es, por la productividad del uso menos prioritario de ese bien). La utilidad marginal estética del diamante es muy alta porque hay un grupo de personas que da gran importancia a esa ornamentación, como sucede, por ejemplo, en otra escala, con las marcas exitosas.

En cambio, el agua tiene un valor bajo por ser un recurso copioso, cuyo uso menos importante es poco productivo. Ahora bien, con la pertinaz sequía, comenzamos a entender en la práctica su utilidad marginal, pues hay gran diferencia entre quedarse sin beber (uso más prioritario) y que se limite el llenado de las piscinas (uso menos prioritario): se puede renunciar más o menos fácilmente al segundo -sobre todo, quien carezca de piscina-, pero no al primero.

La lección recibida este verano debe alertar sobre la gestión óptima y eficiente de la red de agua potable como prioridad absoluta para las administraciones locales, en colaboración con el resto de los poderes públicos implicados. Debiendo emplear para ello herramientas novedosas, como la inteligencia artificial, que permitan un tratamiento, una distribución y un reciclaje del agua potable en tiempo real; evitando el despilfarro y concienciando a la población.

Al final de “La Trama” (“Family Plot”, 1976), Alfred Hitchcock muestra un brillante de gran valor pegado en una araña de cristal que todo el mundo ve al cruzar, pero donde ha pasado desapercibido por completo. Así parecen también fluir nuestros recursos hídricos, inadvertidos, como un preciado diamante a la vista de toda la ciudad, que solo se echarán de menos cuando ya no se vean. Paradojas de la vida.

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