Opinión

Casandra


En la mitología griega, Laocoonte era el sacerdote del templo de Poseidón que advirtió del engaño con el que los soldados griegos querían atravesar los muros de la sitiada Troya, ofreciendo como regalo un enorme caballo de madera. “Timeo danaos et dona ferentes” (“temo a los griegos, aunque traigan regalos”), pronunció intentando quemarlo, momento en que sendas serpientes marinas se lanzaron sobre sus hijos, falleciendo al intentar socorrerlos.

Sin menospreciar la prudencia de Laocoonte, se desconfía a veces de la filantropía partiendo de un idealismo naïf que, llevado a sus últimas consecuencias, puede conducir a errores de calibre tan grueso como las pérdidas que con ello se reportan a la sociedad; pues, guste o no, los tiempos actuales se mueven en clave de colaboración público-privada, para llevar a cabo ciertos proyectos de interés colectivo.

Excedidas las capacidades disponibles de gestión y/o financiación de los poderes públicos, culminar sus planes requiere atraer las inversiones necesarias en recursos humanos y/o económicos. Tales actuaciones no son ajenas a la gobernanza local; más bien, al contrario, parece uno de los escenarios donde mejor encajan, aunque su adecuado manejo reclama ciertas dosis tanto de planificación como de formación.

La dinamización de proyectos de colaboración público-privada en clave local exige así un trabajo previo para seleccionar las propuestas idóneas, valorando dos factores: alcance general y eventual atractivo para el inversor. Además, conviene sensibilizar al empresariado del entorno hacia este tipo de acciones, facilitando su tramitación. Finalmente, cumple canalizar todo el proceso mediante una oficina específica para su gestión y seguimiento.

En pleno clímax de la pandemia, el 21 de julio de 2020, se alcanzó en la Unión Europea el histórico acuerdo sobre medidas extraordinarias de recuperación, por importe de 750.000 millones de euros, a través del instrumento Next Generation (NG), cuya esencia era y es la selección de propuestas tractoras de colaboración público- privada, como medio privilegiado para garantizar la recuperación económica.

Pocos días después, el 2 de agosto de 2020, quien suscribe esta columna reflejaba, en otro medio de comunicación gallego, la enorme trascendencia de este instrumento, avisando que “tratándose de fondos finalistas … será imprescindible involucrar a las empresas -también, por supuesto, a nivel autonómico y local- en los proyectos que pretendan conseguir financiación”. Desde aquella advertencia, han desfilado varias oportunidades interesantes.

La última, el 23 de junio pasado, cuando publica este periódico una iniciativa de la asociación de comerciantes de la Plaza de Abastos -a raíz de la modificación en la Orden ICT/565/2022, de 15 de junio (BOE del 22)-, instando a que el ayuntamiento concurra a la convocatoria estatal de ayudas para el apoyo a mercados, entre otras zonas urbanas comerciales (BOE de 5 de julio), cuyo plazo concluyó este 5 de agosto. Cabe desear suerte a la solicitud, si se presentó.

Con Laocoonte, también alertó del peligroso Caballo de Troya la princesa Casandra, maldita por Apolo, tras haberle rechazado; por ello, sus profecías -destiladas a partir del don que su pretendiente le había concedido- nunca serían creídas, causándole así continuo dolor y frustración. Es lo que tiene rechazar a Apolo. Si hay a quien temer más que a los griegos, es a la ira de los dioses. Que se lo digan, si no, a Casandra.

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