Opinión

El efecto Streisand

Hacia finales del siglo XVII, Philippe Quinault, sobre la base del poema épico de Torquato Tasso “La Gerusalemme Liberata”, compuso el libreto de “Armide”, ópera con música de Lully, aunque Gluck la revisitó cien años más tarde, con idéntico texto; el mismo que la protagonista, enamorada de su enemigo mortal, canta en la bellísima aria “si la liberté me doit être ravie” (“si la libertad me debe ser robada”). 

En general, cuando pretenden robarnos la libertad, se desencadena en los seres humanos una reacción de desagrado que recibe el nombre de “reactancia” en Psicología; algo que ocurre también cuando se ejerce demasiada presión para que se acepte un determinado punto de vista o actitud; lo que puede conducir, en última instancia, a una respuesta completamente opuesta a la pretendida o incluso de absoluto rechazo a ésta.

Un comportamiento libre se enmarca en las coordenadas de sujeto, objeto, modo y tiempo que determinan quién, cómo y cuándo puede hacer aquello que se pueda hacer. Por eso, cualquier norma restrictiva de libertades debe asentarse en un correcto manejo de tales coordenadas, bajo el riesgo -si no se hace así- de desatar la temida reactancia; lo que se debe considerar, igualmente, cuando se quiere persuadir a alguien de que asuma concretas ideas. 

Cierto es que tanto mayor será la reacción cuanto más grave se considere la amenaza para la libertad. Pero no es menos verdad que la reactancia puede ser también diferente según las personas, en algunas de las cuales, por su intensidad, se llega a considerar como un rasgo definitorio inherente. Tal vez sea ésa la cualidad por la que se elige a muchos de los contertulios que hoy día pueblan la mayoría de las cadenas de televisión. 

Las manifestaciones de la reactancia son tan numerosas y variadas como el espectro de situaciones que pueden llegar a originarla, yendo desde las más dramáticas, como puede ser la rebeldía del pueblo ucraniano frente a la inaceptable y cruel invasión rusa, hasta otras mucho más pintorescas -por llamarlas de algún modo-, frente a concretas decisiones que se toman en política desde todo el espectro ideológico y jerárquico.

Un ejemplo de reactancia se ha visto en el llamado “efecto Streisand”, bautizado así en referencia a la célebre cantante americana, que pretendió impedir la publicación de unas fotos aéreas de la costa californiana donde, entre otras, aparecía su residencia. La demanda millonaria que interpuso acabó volviéndose en su contra, pues la foto circuló por Internet de un modo que jamás hubiera sido posible sin ese proceso judicial.

Es el mismo efecto que se produce, por ejemplo, al ordenar que se retire una pancarta destinada a pasar casi desapercibida, pero que acaba, reactantia causae, reemplazada por una respuesta con mucho mayor impacto. Aunque también hay quien utiliza la psicología inversa, para explotar el rechazo en beneficio propio, manipulando a las personas para que hagan precisamente lo contrario de lo que se quiere. Nada sorprende a estas alturas.

Al comienzo de “Armide”, la Gloria y la Sabiduría celebran su respectivo poder: la primera tiene ventaja en tiempo de guerra, mientras que la segunda domina en tiempo de paz. Con permiso de la asolada Ucrania, como aquí se avecina una guerra, pronto se verá quién está más capacitado para alcanzar la gloria electoral; y será, sin duda, quien gestione con mejor tino la reactancia ciudadana. Porque, incluso en la guerra, algo de sabiduría nunca está de más.

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