Opinión

El fruto prohibido

En recientes declaraciones a este periódico, el gerente del área sanitaria de nuestra provincia afirma que “estamos en una situación compleja; no es óptima. Debido al déficit de especialistas, tenemos una enorme carga asistencial, además de una población envejecida y polimedicada, que precisa más atención”. Estas situaciones acaban sembrando tanta discordia como aquella manzana de Paris, que hoy saborean en la capital del país.

Según la mayoría, tal es la fruta que crecía en el Jardín del Edén, cuya ingesta culminó con la expulsión de Adán y Eva de un Paraíso ubicado quizás en Asia Menor; pues el nombre de la antigua capital de Kazajistán, Alma Ata (Almaty, desde 1991), deriva del sustantivo kazajo “almá” (“manzana”) unido a “ata” o “atasi” (“abuelo”); por lo que el topónimo significa algo así como “el padre de las manzanas”, homenaje al origen del bíblico fruto prohibido.

Antes de ser Almaty -y tras llamarse Verny, en la Rusia Imperial- se celebró en esa ciudad la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud, en 1978, concluyendo con la Declaración de Alma Ata, bajo el lema “una salud para todos en el año 2000”. Organizada por la OMS, fue un evento crucial en materia de política de salud internacional, subrayando la importancia esencial de la atención primaria.

En España, la Declaración de Alma Alta fue el espaldarazo definitivo para que se iniciaran los primeros centros municipales de salud, con programas diferentes a los de la Administración central. Pero la irrupción de las Comunidades Autónomas inició una progresiva arrogación de competencias municipales sobre salud, culminada con la Ley 27/2013, de 27 de diciembre, de racionalización y sostenibilidad de la Administración local.

Pero el diseño de políticas más cercanas al origen de las desigualdades sociales descansa sobre el ámbito local. Por ello, el nivel de gobierno privilegiado para impulsar iniciativas que fomenten la salud de la población y los procesos de sanidad comunitaria es el municipal o el provincial, dada su influencia en aspectos sociales claves de la salud donde inciden más las condiciones laborales y de vida cotidiana que el propio sistema sanitario. 

En diversas acciones intersectoriales, la salud comunitaria desempeña un rol decisivo, tanto para su impulso como para su coordinación. De ahí que, en varias autonomías, se haya fomentado la colaboración con ayuntamientos o diputaciones para redactar planes de salud y para crear redes que apuesten por la promoción de la salud en el ámbito local, decisivas para incentivar la difusión e interacción de propuestas en el sector.

Tras dos años de cruel pandemia mundial, podríamos haber aprendido ya que la salud debe impregnar transversalmente todas las decisiones políticas. Por eso, convendría que la función de agencia de la salud pública se coordinara con ayuntamientos y diputaciones, cuya proximidad les convierte en actores fundamentales, tanto para conocer mejor las necesidades y activos de salud en su territorio como para articular procesos de participación colectiva.

Sin irnos muy lejos, la reforma del sistema público de salud británico, en 2013, abordó una profunda descentralización de competencias, confiriendo a los ayuntamientos gran autonomía de gestión. Epifanía comparable, manzana mediante, al descubrimiento de la gravedad por Newton, otro célebre inglés; como el refrán que dice “an apple a day keeps the doctor away” (“una manzana al día mantiene lejos al médico”).

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