Opinión

Ferrero Rocher

Durante su viaje por Italia, en 1815, visitando la Basílica florentina de la Santa Croce, Stendhal sufrió un colapso de gran calibre -por haberse expuesto a semejante proliferación de belleza- que, casi dos siglos más tarde, se dictaminó como un síndrome, bautizado con el nombre del autor. Fuente de magnética inspiración para artistas de toda índole y época, el propio Shakespeare, sin haber pisado jamás el país, situó allí varias de sus obras maestras.

En “El Mercader de Venecia”, Porcia, la protagonista, por voluntad de su padre fallecido, debe contraer matrimonio con el pretendiente que halle su retrato en uno de los tres cofres -de oro, de plata y de plomo- dispuestos al efecto. Cada cofre lleva inscrita una leyenda: el de oro, “quien me elija ganará lo que muchos desean”; el de plata, “quien me escoja obtendrá tanto como merece”; y el de plomo “quien me elija debe dar y arriesgar todo lo que tiene”.

A la vista de ello, el primer pretendiente se decantó por el cofre de oro, encontrándose una calavera con un pergamino insertado que empezaba diciendo “All that glisters is not gold” (“no es oro todo lo que reluce”). Expresión no original de Shakespeare, pues su atribución al teólogo francés Alain de Lille consta desde el siglo XII, aunque su origen puede remontarse a las fábulas de Esopo o incluso antes.

Los dichos sobre el oro suelen mostrarlo como epítome del más alto precio que nada puede alcanzar, oyéndose a menudo que “el tiempo es oro”. En verdad, si la esencia de las personas es el tiempo que pasamos y compartimos en este mundo, de ahí su gran valor -como muestra, por ejemplo, la proliferación de “Bancos del tiempo” en diversas ciudades, alguna española- y su carácter catalizador para la convivencia urbana.

Precisamente en Italia nació el movimiento “Cittàslow” (o “ciudad lenta”), que impulsa la calma en la actividad humana, tomando el control del tiempo en vez de someterse a su tiranía; respetando su uso y su gestión como un derecho ciudadano; repensando para ello el diseño de la ciudad y su entorno; poniendo, en suma, la vida cotidiana de las personas -su tiempo- en el centro de las actuaciones municipales.

Además, la conciliación familiar y laboral -convertida en un pilar básico para poder modular la actividad urbana- requiere decisiones de las que ningún gobierno municipal puede pretender huir; siendo imprescindible aprender a conjugar las variables de cuya planificación y diseño resulta una mejora en la organización del tiempo, que están basadas, directa o indirectamente, en apuestas concretas de política local.

Debidamente envuelta en calma, el encanto de una ciudad como Ourense se incrementa, al igual que, para hacerlos más atractivos, embalan bombones de una conocida marca en papel dorado, quizás por esa legendaria fascinación del ser humano con el oro. Siempre entra mejor por el ojo lo que se nos presenta en un atractivo envase, aunque las decepciones puedan llegar tras abrirlo, pues no es oro todo lo que reluce. Con las personas, sucede algo parecido.

Así, el padre de Porcia, intentando proteger a su hija, ideó una estratagema que le facilitara elegir cabalmente entre sus pretendientes, pues el más noble e inteligente escogería el cofre adecuado, como así fue. Spoiler: Bassanio optó por el de plomo. Cumple actuar con pies de ese mismo metal ante tales elecciones, cuando lleguen, sin dejarse deslumbrar por falsos oropeles, para evitarnos una decepción. Después, será demasiado tarde.

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