Opinión

Lampedusa

Se cumplen sesenta años de la película italiana “Il Gattopardo”, dirigida en 1963 por Luchino Visconti y protagonizada, entre otros, por la fascinante Claudia Cardinale; cuya entrada en escena -transcurrida casi una hora de metraje- durante la recepción ofrecida por Don Fabrizio, el príncipe de Salina (interpretado por Burt Lancaster), ha pasado a la historia como uno de los más bellos primeros planos de la historia del cine.

El filme se basa en la novela homónima, titulada así por el animal presente en el escudo de armas del príncipe; esto es, un serval (gattopardo, en italiano), felino salvaje africano bautizado por el naturalista francés Buffon, al asemejarlo a un ciervo por sus movimientos y su piel moteada; tan apreciada en su continente de origen que lo ha puesto al borde de la extinción por la caza indiscriminada que sufre.

El noble siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa es el autor de la novela, publicada tras su prematura muerte y cuya trama refleja parcialmente la historia de su propia familia, dado que su padre era Duque de Palma de Montechiaro y príncipe de Lampedusa; títulos que heredaría el escritor, cuya infancia transcurrió entre los palacios de Palermo y Santa Margherita di Belice, que le sirvieron de inspiración para ubicar a sus personajes.

La isla de Lampedusa -a medio camino entre la costa de Sicilia y la de África- está de actualidad por el encuentro que hace unas semanas protagonizaron allí la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, para anunciar un decálogo de medidas tendentes a combatir la inmigración ilegal, lacra que sufre, en particular, la isla mayor del archipiélago Pelágico.

El anuncio precedió a la aprobación ayer en Bruselas, por los Embajadores de los 27, del Pacto Europeo de Migración y Asilo, despejadas las reticencias de Alemania y tras levantar Italia a última hora sus reservas. Ahora bien, se hace realmente difícil combatir la inmigración ilegal sin flexibilizar las condiciones impuestas a la entrada legal de extranjeros en la Unión Europea, a los efectos, en concreto, de facilitar la concesión de visados de trabajo. 

En tal contexto, cabe saludar iniciativas ejemplares a nivel autonómico, como la impulsada por la Consellería de Emprego de la Xunta de Galicia, hoy a cargo de la ourensana Elena Rivo, en el marco de la estrategia “Galicia Retorna”; y que incluye un amplio elenco de medidas para potenciar la integración laboral en Galicia de personas residentes en el extranjero que detenten nacionalidad española y tengan vínculos con nuestro territorio.

No obstante, persistirán los obstáculos que padecen las empresas españolas para captar personal destinado a cubrir cierto tipo de plazas (como transportistas, camareros, obreros, etc.) mientras sectores del Gobierno nacional continúen negándose a ampliar adecuadamente el llamado “catálogo de ocupaciones de difícil cobertura”, el instrumento que permite contratar en origen a personas extranjeras con menor dificultad.

“Si queremos que todo siga igual, necesitamos que todo cambie”, dice un personaje de “Il Gattopardo”. De ahí que se llame “lampedusianos” o “gattopardianos” a políticos revolucionarios en apariencia, pero que, en la práctica, conservan la esencia de las estructuras que fingen combatir. No sin razón se anunció en Lampedusa el decálogo para combatir la inmigración ilegal en Europa; ese continente donde el serval está lejos de extinguirse. España incluida.

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