Opinión

Verano azul

Mañana viernes se cumple un año de la aparición de esta columna en el espacio cedido para ello con tanta amabilidad por el diario La Región. A lo largo de este periplo, se han sucedido los acontecimientos vertiginosamente; primero, con unos comicios locales de resultado tan abierto como inesperado, culminando con una convocatoria de elecciones generales que elevará en varios grados la tradicionalmente alta temperatura del estío ourensano.

Será por semejante coyuntura que el partido popular ha aprovechado para echar mano del colectivo baúl de los recuerdos difundiendo un spot electoral bajo el eslogan “verano azul”, en alusión a la celebrada serie de televisión -tonadilla incluida-; y que, merced en parte al inopinado salto de su presentador, ha conseguido cautivar la atención de público y medios; que es, en realidad, el objetivo principal de cualquier campaña publicitaria exitosa.

Ahora bien, a raíz de la estación y del color elegidos para dicho anuncio, procede recordar otro asunto, relacionado con su objeto principal, no menos trascendente. Se trata de la Presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, cuya azul bandera enarbolará nuestro Gobierno a partir del primero de julio, por quinta vez en la historia; acontecimiento bastante más insólito que las cuatrienales elecciones al Parlamento Nacional.

Concurre, no obstante, una curiosa paradoja: aunque algunos creadores de memes anhelan que el viento de la izquierda se lleve volando las sombrillas azules, los sondeos se obstinan en reflejar un futuro bien distinto. Por ello, es probable que, apenas iniciada la Presidencia del Consejo, se produzca un relevo en el signo político del Gobierno de la Nación que, dada la relevancia de esta encomienda, convendría que fuese lo más fluido posible.

Entre los deberes de la Presidencia española estarán los siguientes: impulsar los trabajos del Consejo, elevando propuestas y organizando las reuniones necesarias; buscar consensos que defiendan los intereses generales y la representación institucional de todos los Estados miembros en ciertas instancias; así como presidir nueve de las diez formaciones del Consejo -excepto el Consejo de Asuntos Exteriores- y sus órganos preparatorios.

Además, como dicha Presidencia antecederá a las elecciones al Parlamento Europeo (a celebrar en mayo de 2024) y al nombramiento de una nueva Comisión, tendremos la responsabilidad de culminar negociaciones sobre un elevado número de expedientes abiertos en las grandes líneas de trabajo de la Unión. Y, junto con ello, las iniciativas que España pueda impulsar revestirán asimismo notoria incidencia para el siguiente ciclo.

Considerando la estación, recuerda ligeramente esta eventualidad a aquellos malhadados libros de vacaciones, tormento veraniego que quien más quien menos habrá sufrido en algún agosto ocasional. No basta con tener que preparar unas elecciones generales en tiempo récord, hay que reunir además el talento y el esfuerzo que reclama este reto suplementario. Aunque así se forjan los liderazgos indiscutibles: con desafíos a la altura.   

Procede, en fin, despedir esta humilde colaboración periodística, agradeciendo a La Región que decidiera albergarla durante un año. El más sentido pésame a las personas que reciban en estos días la inefable carta requiriendo, en plena canícula, su presencia en una mesa electoral: posiblemente derramen más lágrimas que por la muerte de Chanquete. Y a todo el mundo, en general, feliz verano azul.

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