Opinión

CARTA A MI PADRE

Padre mío que estás en los cielos (si es que existe cielo, claro), no quisiera dejar pasar este año en que has cumplido veinticinco como muerto para escribirte y contarte como anda el mundo, mi mundo o el que yo percibo. No tengo que hacerlo en ningún tono parecido al de Kafka con su padre sino todo lo contrario porque nada que reprocharte, nada que lamentar de nuestra relación pasada sino todo lo contrario, ¡cuán afortunado yo!, y cada vez más orgulloso de haberte tenido tan cerca, puerta con puerta de casa, corazón y cabeza'; porque además de todo lo bueno que podría decir de ti, en este tiempo de chorizos ¡bendito tu ejemplo! de persona honesta y decente al que asirse para no caerse en un charco de mierda.


De emociones, sentimientos y demás cosas del corazón te escribiré otro día en un correo del alma, mucho más íntimo y privado que este vía periódico en que te contaré algunas cosas públicas y sociales que nos afectan en el discurrir de estos tiempos que tú ya no vives, o tal vez cabría decir no sufres. Ya sé que por ahí donde estés se verán las cosas, si se ven, de otra manera, así como cualquier pequeña miga en un buen plato de lentejas, imperceptibles, pero aquí es distinto. Aquí seguimos estando sometidos a los sentimientos, miedos y placeres, a las pasiones más primarias y a todo tipo de emociones humanas que impiden que resbalen por ningún atajo de indiferencia.


Por aquí seguimos tratando de alcanzar la felicidad por medio, entre otras cosas, de una sociedad más justa y verdadera, pero?, pero hasta aquí quería llegar, padre, porque si después de veinticinco años de tanto progreso tecnológico y científico real que ha habido, te encuentras con que la evolución de la moral y el espíritu mas social se ha visto casi reducido, comprenderás que la yenka sigue con su paso delante y su paso atrás, tan continuo que resulta cansino y aburre. Porque toma nota de cómo anda el patio actualmente. Cajas de ahorro que nos han robado a todos los españoles con el beneplácito de una clase política cuyo desprestigio es tremendo. Corrupción al por mayor y por comunidades, donde los representantes públicos negocian demasiadas cuitas privadas para vivir mejor que el resto. Tramas pérfidas organizadas por sindicalistas que parecen sacados de la camorra en lugar de organizaciones trabajadoras. Etarras asesinos, pederastas criminales y demás ralea, en libertad, y algunos siendo homenajeados públicamente por parte de la sociedad vasca. Casa Real tapando mierda de infantes políticos más mangones que donde los hacen, con una Justicia nombrada a dedo por Maquiavelo en lugar de Montesquieu. Una región cuando tú estabas, país o nación ahora, o Estado después, como Cataluña, montando su clase política un cirio de carallo por una ansiada independencia adoctrinada por una historia que falsea la letra de una palabra y la convierte de lucha sucesoria en secesión, mientras familias que se suicidan porque la desesperanza embarga a quien no ve solución a no tener cada día qué comer siquiera, por mucho que desde los palcos ministeriales se predique que el sacrificio ya atisba recompensa ¡la madre que los parió!, y mientras discuten presupuestos públicos publicitarios u otros gastos suntuosos del poder. En fin, padre, se acaban las líneas acordadas para escribirte desde este púlpito, pero es que además tengo que apagar la luz; sí, esa luz eléctrica que alumbró de ilusión épocas pasadas y que no hay dios que la pueda encender porque cuesta más que una langosta y percebes en esta época de Navidad. D.E.P.


Espero que tú, al menos, estés bien, o mucho mejor de lo que estuviste el último año antes de partir y dile, si lo ves por ahí a Dios que no nos abandone, que esto tiene mal arreglo por nuestra condición de hombres.

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