Opinión

CIERTA SUBVENCIÓN

Hoy voy a por algo que me quita aire de los pulmones y no de simple hipo sino verdadera 'Epoc' por mucho humo y vicio consumido a lo largo de años. No me refiero a ningún Celtas, Ducados o Winston (prendas usadas a lo largo de mi vida vestido con hábito fumador), sino al bienestar cultural montado sobre la cirugía plástica de la subvención, cual si ésta pudiera ser perfecto sustituto natural de la belleza o bienestar físico propio de la época juvenil, que, al final, como toda engañifa burda, se cae con todo el equipo y ¡a tomar por viento el bienestar, y bienvenida, o mejor dicho mal hallada, realidad de desgaste natural de los cuerpos físicos!, o ¡a la mierda todo aquello que se creó en base cien por ciento al vicio de pedir! Y es que una cosa es ese feo grano que debe quitar en aras al bien estético el cirujano plástico, o la corrección de un napión que no te deja ver los pies, y otra cosa es montarte un cuerpo nuevo a base de estirar por aquí, cortar por allá, inflar el beso, o aspirar la grasa junto al sentimiento, cuyo resultado a la vista está en algunas personas: simplemente patético.


Pues con la subvención pasa lo mismo, que bien puede aplicarse a un problema feo de índole socio cultural, bien pervertir la potencial virtud convirtiéndola en 'listilla' de turno que se apoya en discurso manido de puro afecto del dador que no de idea o proyecto, y en base al sórdido juego de las relaciones públicas de los poderosos políticos; claro está, siempre con músculo público. Por supuesto hablo de la subvención pública indicada por el dedo político, esa que solo está justificada con tretas que el propio poder mantiene para con sus más fieles clientes o súbditos a quienes la suministra cual metadona al dependiente, y que incentiva bajo norma de juego para crear a partir de ella un mundo imaginario donde héroes son villanos con ausencia de historia y mínimo argumento. La subvención a que me refiero no se basa en ninguna necesidad primaria del ser humano a quien dice atender, que esa sí debiera apoyarse e incrementarse hasta donde se pueda, por simple humanidad o caridad cristiana que se decía antes, y para hacer frente a los problemas personales de muchos miembros de nuestra sociedad; no, la necesidad que me roba el oxigeno es la que responde a egos de quienes no pueden acceder a otra clase de poder que el que no sea crecer con la migaja proporcionada por la subvención nacida del bolsillo público que algún insensato miembro de la clase política maneja cual si fuera suyo.


Instalada por una sociedad articulada con mil y una fórmulas colectivas que se sostienen mediante ella, esta subvención cobra mil formas y maneras, todas defendidas desde la abogacía del diablo con razones lógicas ¿quién no tiene alguna para cualquier asunto?, pero siempre despachada con cheques que desequilibran derechos, igualdades y pertenencias de los otros. La subvención pérfida llega al punto de querer confundir al personal mediante falaz cambio de nombre, encontrando apodos amables como el de Asignación. Es el caso de las asignaciones dinerarias que se han hecho famosas con brindis de ginebra o ron. Lo peor de ellas es que incluso trucan la lógica de algunos que las reconocen como imprescindibles para garantizar la democracia, ¡nada menos!; mentes, claro, que piensan y opinan desde enfermiza egolatría que ¡democracia soy yo, o mi partido político!, no tú, o vosotros, ciudadanos sin similar ayuda. Resulta increíble que sigan sin caer en la cuenta los que así piensan y aspiran mi aire, benefactores y beneficiados de primera mano, que la democracia está harta de la infidelidad de tanto cónyuge.

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