Opinión

Del cine a la cabeza

Denzel Washington en El Protector o Pierce Brosnan en La Conspiración de Noviembre son ejemplos de vuelta de un pasado de héroes a un presente sin ellos. Al parecer es lo que buscan ciertas películas en cartelera que rescatan maduros retirados de la acción fílmica para traerlos a primera línea ante la inacción de una sociedad sometida a mafias o terrorismo, sin agentes.  Como si nada hubiera cambiado o cambiado a peor desde los tiempos en que Harry el Sucio hacía justicia a su modo. Por mucha educación y cultura que los ciudadanos modernos hayamos creído proporcionar a nuestro entorno, los valores siguen siendo los mismos pero su quebranto todavía peor, de ahí este brote de resurgimiento de tipos duros que se enfrenten con sus mismos métodos a los malos de siempre, abusones de tomo y lomo, cuernos y rabo. Siempre, también, maquillados con el color del dinero que ennegrece hasta la esperanza de justicia, otra fuente contaminada y que sigue estando sometida en medida desproporcionada al poder en cualquiera de sus formas. El Espíritu de las Leyes perdiendo su espíritu en favor de la ley del más fuerte, así que: ¡todos a correr en pos del poder y el último que llegue, imbécil!
El cine es un arte que sirve al ser humano, entre otras cosas, para ejercitar la reflexión, porque al menos requiere de un tiempo mínimo de dedicación al visionado, y que hace mucha falta al estar secuestrado el silencio en nuestras vidas por cierta dictadura de kilobits o megabit por segundo que carga y descarga nuestro ser de distracción y entretenimiento; dictadura asumida involuntaria e inconscientemente. Pero mientras andamos todo el día distraídos con conocimientos inútiles los malos siguen haciendo negocios cada vez mayores. Los hacen delante de nuestros propios ojos que están ciegos de ocio idiota para advertir todo aquello que importa y que requiere cierto esfuerzo de resistencia.


Pero no solo la reflexión que nos trae el cine es buena para plantearnos alguna lucha concreta (alguna se llega a volver psicótica si solo pensamos en ella como por ejemplo resulta la lucha contra cierto poder que nos gobierna socialmente) sino también da claves para la reflexión en otro tipo de cuestiones sobre seres humanos, sus pasiones y/o naturaleza. Así deber hacer el estreno de hoy mismo que trata de las últimas horas de vida del célebre cineasta Pasolini interpretado por Willem Dafoe, quien cree que el director fue un pensador más allá de la sabiduría convencional que describió cosas que aún no habían pasado pero iban a pasar, como, por ejemplo, el dominio de la cultura de las corporaciones en la era globalizada. El mismo Dafoe ante un periodista que cuestionó la vigencia del pensamiento intelectual del director  italiano contestó si estaba de coña. Y es que precisamente aquella visionaria mirada del cineasta es hoy la mirada extraviada de muchos ‘perdidos’ en el crecimiento global que nos taladra la chaveta con tanta información y retransmisión en directo de cualquier cosa que llega veloz a nuestra vista asentada sobre un sillón (cada día más hundido por el peso de las horas que pasamos encima de él sin movernos), desde la últimas imágenes macabras lanzadas al aire por fanáticos asesinos del EI cortando cabezas, pasando por la foto que nos manda vía wassap la tía Amadora haciendo magdalenas, o la del primo Juan por instagram paseando turísticamente por Amsterdam. El caso es estar quietos y entretenidos sin pensar cómo otros, mientras tanto, golpean nuestros bolsillos y corazones por medio de mafias con el solo objetivo de ganar más y más dinero, poder y fama; o cultura de corporaciones, que decía Pasolini Vuelvan, pues, los Denzel o Priece ex agentes de Cía, Tía o lo que dios quiera, incluso John Wayne a esta tierra en que el mal no escampa sino campa a sus anchas, entre otras cosas porque no nos queremos enterar, distraídos por aquí y por allá. Y ya me voy, frente a la pared castigado, por pensar un poco, o por no ir a ver una peli de risa.

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