Opinión

DE CORTES A BANCOS, PASANDO POR SALONES Y CAFÉS

En siglos pasados la cultura e intelectualidad giraba en torno a cortes regias palaciegas, donde solo la aristocracia invitada disfrutaba del privilegio de pisar mármol al tiempo de escuchar notas, pongamos de Mozart. Como en aquellas épocas, siglos XVII y XVIII, a la mujer ni agua, ellas, algunas mujeres fuertes y con ganas como Madame de Staël o la Marquesa du Deffand giraron los salones de las cortes hacia sus casas privadas, donde reunir literatos, filósofos, artistas, músicos y demás espíritus valiosos para el disfrute y gozo de su conversación o demostración del talento, aprovechándose de su intuición femenina para saber quiénes debían ser o estar en ellas.


Más tarde y con la emancipación femenina los salones fueron dejando espacio a los cafés, conviviendo unos y otros. No es la primera vez, y no será la última, que traigo aquí la importancia de estos establecimientos para el mundo de la cultura. Claro que hablo de cafés sin televisiones, de otro tipo de cafés donde el azúcar más dulce sea la idea o pensamiento y contraste del parecer, siempre en busca del mayor conocimiento interdisciplinar, identidad o realidad del ser. Pura delicia de encuentro humano y nada elitista material ¡Cómo no imaginarse la efervescencia cultural de los parisinos cafés Procope, Deux Magots o De Flore, con los enciclopedistas dentro debatiendo cara a cara, leche a leche, sus diferencias rousseaunianas o volterianas, o a los existencialistas, artistas y demás gentes del París que brilló con más luz! ¡Cómo no hacer el mismo ejercicio de imaginación con los cafés vieneses que reunían ciencia y literatura, arte y medicina, filosofía o arquitectura, para hacer cócteles tan maravillosos como las obras e ideas de Kafka, Freud, Rilke, Heidegger, Klimt, Bauer y cantidad de personajes más, todos ellos excepcionales!


Pues bien, de aquellos salones y cafés europeos de otra época, en un salto cuántico vengamos a Ourense 2013 y nos encontramos con nuevo y esbelto local público para el arte y la cultura, al Banco de España. Eso sí, alquilados por veinticinco años, y buen alquiler por cierto para el organismo estatal que es dueño y se benefició de la negociación hecha en tiempos de arriba, cuando vivíamos en la cresta de la ola del bienestar económico desde donde ningún surfista político miraba hacia abajo, ahí donde la ola se rompe, y que ninguno, pues, vislumbró la posibilidad de que subir como la espuma, o sobre ella, trae consigo mayor golpetazo en la caída. De ahí que la negociación hecha en horas de economía sumergida por 'las nubes' de aristófanes modernos se vuelve ahora contra nosotros al soportar un costoso alquiler que suma gastos propios de mantenimiento (conserjes incluidos) lo que nos harán bucear largo tiempo en bajos fondos marinos presupuestarios del Concello. Al respecto, y desde mi condición de ciudadano ourensano nada que celebrar pues; además, nadie sabe bien a qué dedicar tanto esfuerzo de tasas e impuestos (me recuerda al Gaiás, salvando las distancias).


Por supuesto prefería un gran café, como ya apunté en su día, donde se colgara arte de sus paredes, se pudieran leer poemas, cantar corales, cobijar entes culturales que chupan subvenciones públicas, conversar y hacer cosas, más o menos serias, que regaran la calle principal de nuestra ciudad con algo más que agua y pisada de paso. Además el centro café se costearía con su propio ingreso por servicio de hostelería singular sin propósito de beneficio material sino intelectual. Si pudiera parecer frívola o banal la idea, pasen y vean, vuelvan a leer los cafés que protagonizaron parte de la historia cultural universal por no citar de la misma calle Paseo los añorados cafés Miño o Cortijo de los Otero o Tovar y otros protagonistas de la historia cultural local, y después me cuentan.

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