Opinión

IN SEGURIDAD SOCIAL

La realidad de la Seguridad Social ha hecho su última cuenta matemática mensual acerca de afiliaciones, marcando una bajada de cifra en 66.829 personas. Ya hay menos cotizantes hoy que ayer, pero seguramente más que mañana si no lo remedia el sentido común, que no es precisamente el más común o el más sentidiño de quienes nos gobiernan, que ni parpadean la mínima alerta al respecto sino todo lo contrario vendiendo motos con luces de final de túnel porque otro dato dice que el paro disminuyó su caída; ¡coño, claro, si cada vez hay menos base sobre la que descontar!


La cruda realidad de la afiliación a la seguridad social, que resulta ya de por sí natural debido a la pirámide invertida que causa la falta de cambio generacional, se agrava sobremanera con el coste desfasado de una cuota mínima que cuesta dios y ayuda poder pagar a quien sobrevive a dios gracias. Se aprieta tanto al cotizante que llega a ahogarse y de ahí que muchos no lleguen a la orilla de seguir aportando al fondo social. La consecuencia no es solo eso sino que éstos, además de no cotizar, comienzan a percibir subsidio o salario que incrementa el debe de la cuenta global. Aplicando la lógica resulta fácil de comprender que no es correcta una política que seca la cuenta del que trabaja o le saca gran parte de lo que tiene para seguir manteniendo un agónico y colectivo enfermo, porque acabara matando el propio sistema. No hay más que constatar lo que está pasando estos últimos años con el fondo de reserva de las pensiones al que se está acudiendo para que administre oxígeno a ciertas obligaciones de pensiones como la paga extra, a cuenta de disminuir reservas. Ahora fueron cinco mil y pico millones de ese fondo que sumados a los doce mil del año anterior y a un suma y sigue previsible nos llevará al cero absoluto.


A la vista de esta realidad lo único que cabe denunciar ahora es que de estos polvos los próximos lodos si es que no se corrige el rumbo de la afiliación a nuestra Seguridad Social. ¿Y cómo? Pues que lo piensen los representantes a los que les paga el Estado 'de sobra', y 'muy de sobra' a tenor de la falta de soluciones, pero por si las cabezas están huecas de tanto no pensar propongámosles la posibilidad de una afiliación mucho más abierta, que la cuota la decida el contribuyente, porque solo así aumentará esa fila de ellos que por poco que coticen siempre será más que la nada, o el menos que supone lo que perciben. Animemos a la gente a construir su autoempleo sin arruinarlos previamente con obligaciones económicas imposibles, y dejémosles que los mismos modulen su retiro en base a las oportunidades que ellos mismos se brinden.


No se rasguen las vestiduras por la propuesta, pues algo de lógica debe haber en ella cuando están pensando en extender la medida de dejar exentos de cuota durante un tiempo, o la obligación de una mínima, a menores de treinta años que trabajen también a media jornada, porque hasta ahora estaban excluidos de los beneficios como si solo fuera necesario el trabajo indefinido a jornada completa. Y del beneficio de un trabajo parcial que le pregunten al magnate Slim que propuso en estos días ir a una jornada laboral de tres días a la semana para dejar el resto libres 'para dedicarlos a la familia, a innovar, cultivarse o crear'; casi- casi allegándose al postulado del derecho a la pereza y el enriquecimiento personal y social que el ocio debe procura a la sociedad del trabajo excesivo que propugnaba Paul Lafargue, yerno de Marx y ejemplo de Lenin. Vaya con los extremos si se tocan. De momento, aquí se oprime el mercado laboral con ortesis que no dejan respirar siquiera para huir del lobo que llega.

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