Opinión

MUROS

Me encantaría hablar hoy de ese Muros con letra inicial mayúscula, villa marinera de enorme belleza que tiene enamorado a algún buen amigo, aunque solo fuera por si al otro lado de la hoja impresa alguien 'de fuera' leyera este primer mensaje de pertinencia para visitarla, y así ayudar a mi tierra gallega. Tal vez me conformara también hablar hoy de muros que levantan edificios para ver así reactivado un sector económico importante, si bien, claro está, sin tanto golfo y negocio sucio alrededor, pero siquiera con el único propósito de albergar a tanta gente sin techo actualmente.


Y ya me gustaría hablar hoy de muros que se levanten para stoas de modernos Diógenes (me refiero al discípulo de Epicuro que no a El Cínico) a fin de tener más próximas ciertas reflexiones filosóficas fenomenales; o de muros más modestos, pero que sirven para proteger espacios enriquecedores de encuentro humano. Incluso podríamos hablar con alegría de muros maravillosos para ser derribados, bien porque mientras se tiran suena la música de The Wall (lo mejor de Pink Floyd), bien porque tire abajo una poco fraternal división berlinesa y alemana. Ni siquiera hablaremos de muros aliviadores para lamentaciones de creyentes, ni de cualquier otro muro que levante sonrisa o complacencia, sino hoy toca hablar de otros muros, intangibles a pesar de que cada día cuesta más saltar a nuestras piernas.


Hablemos entonces de muros nacionalistas en ciertas tierras que están empeñados en levantar algunos, o muchos, porque ciertamente va prendiendo su mecha en las escuelas, indudablemente debido al adoctrinamiento de años, y en demás ámbitos de la sociedad. No importa que el mundo occidental vaya por otro lado, por ejemplo en Belfast con la propuesta del señor Obama en la última reunión mundial de tirar los noventa y nueve muros que dividen las comunidades enfrentadas de Irlanda (que ya está bien de seguir peleados) para que el esfuerzo iniciado con el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 aproximando posturas siga empujando hasta vencer muro a muro todo lo que divide a las gentes nacidas en un mismo terruño.


Pero parece que no importen nada las horribles lecciones históricas de otrora ni los ejemplos de fuera, pues ahora y aquí sigue avanzando la postura radical de algún territorio que quiere ponerse enfrente del país entero, levantar muro o poner cadena. Da pena, porque en vez de estar más unidos que nunca, a fin de salvar los problemas extremos que padecemos, nos separamos cada día más y nos hacemos más débiles, en gran medida por culpa de ciertos políticos avaros, mediocres o sin altura de miras, pero sí con bajadas pantaloneras. A la cabeza del movimiento está, por supuesto, la clase gobernante de Cataluña, podrida desde el tres por ciento de antaño al no sé cuánto de ahora, con Palaus y Pujoles, Ferrovial y demás cuestiones económicas que están asolando la comunidad de pobreza económica y moral. Pero quizás ahí radique el especial interés de avivar diferencias, a fin de poder defenderse mejor ellos mismos, los que cometen las fechorías, de sus presuntos delitos si son juzgados por tribunales ad hoc. Pues va a ser que lo mejor sea hacer de una vez referéndum, pero no solo allí sino en todas y cada una de las comunidades españolas, para saber de una vez quien quiere vivir solo o acompañado del resto; porque, como puede suceder en propia familia, donde hijo o cónyuge está todo el día amenazando con abandonar el hogar y marcharse, llega el momento de invitarlo a irse de una vez, para que la vida se abra a la posibilidad de otras fórmulas distintas que mejoren la vigente; al menos, ya no se aguantarían coñazos insultantes e impertinente.

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