Opinión

DESPUÉS DE LAS ELECCIONES

Por fin se acabó el 'vota a este' o el 'vota al otro' de la campaña electoral. Y, tras ese erre que erre, escogida una erre -la de Rajoy- y dejada la otra -la de Rubalcaba-, nos encaminamos hacia una legislatura que, ya antes de comenzar, se presume agitada e incluso imprevisible.


Por lo que hace a Rubalcaba, el perdedor de la contienda electoral tiene ante sí un futuro incierto: tras la derrota, puede que aspire a liderar el primer partido de la oposición o que, por el contrario, desista de su empeño y arroje la toalla tras una extensa carrera política que ha estado jalonada de no pocos logros y, conviene recordarlo, también de sonoros escándalos. En cualquier caso, es de justicia reconocerle el mérito de haber dado la cara por un partido en caída libre, manteniendo la esperanza de remontar unos sondeos que, muy a su pesar y por esta vez, se han revelado como fiables. Cosas de la vida, el exministro de los 110 km/h en autopistas y autovías no sobrepasó los 110 diputados.


Dicho eso, y haciendo de la necesidad virtud, Rubalcaba no tendrá que lidar el toro de una España en crisis y, por tanto, no tendrá que traicionar las propuestas que contenía su programa electoral. Propuestas que, a la postre, podrían resumirse en un 'que paguen ellos', donde ellos son, cómo no, los alemanes. Rubalcaba ya no tendrá que abogar por un Plan Marshall a la europea, ni por una mayor intervención del BCE, ni por demorar hasta dos años el recorte del déficit público que nos exige Bruselas. Y, precisamente por eso, tampoco tendrá que soportar las regañinas de Angela Merkel, la dama de hierro de nuestro tiempo, tan dada a repetir sus noes que, por momentos, parece la encarnación de un estribillo de Amy Winehouse.


El que sí tendrá que afrontar la crisis y cumplir su programa hasta donde pueda es Mariano Rajoy. Y es de esperar que lo haga con su conocida prudencia, pero también con la decisión y con el coraje prometidos, rehuyendo las esperas inútiles, los remiendos cortoplacistas y el autoengaño general. Es de suponer que días habrá en que Rajoy lamente haber ganado las elecciones y en que Rubalcaba se alegre de haberlas perdido. Pero la política, como el fútbol, es así y ahora sólo queda que cada palo aguante su vela y que entre todos lleven el barco a buen puerto.

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