Opinión

UN EMPRESARIO EMPÁTICO

La empatía es, al decir de los estudiosos del comportamiento humano, una habilidad fundamental en nuestras relaciones. Es, figuradamente hablando, una capacidad del corazón que la tradición popular relaciona, de modo igualmente figurado, con los pies. Y ello porque hay multitud de proverbios en los más diversos rincones del mundo (de China a Escandinavia y del norte al sur de América, sin olvidar las orillas del Mediterráneo) que nos invitan a calzarnos los zapatos del otro antes de juzgarlo. E incluso, ya puestos, a dar un largo paseo con ellos antes de emitir cualquier juicio de valor sobre otra persona.


Esto es precisamente lo que ha hecho un empresario italiano llamado Enzo Rossi. Sólo que el protagonista de esta historia de actualidad no tomó prestados los zapatos de sus trabajadores, sino sus billeteras. Su intención no era otra que la de comprobar si podría subsistir con el salario medio de los empleados de su fábrica de pasta: a la sazón, mil euros mensuales; dos mil si les añadimos los mil que también ingresó su esposa durante el tiempo que duró esta peculiar iniciativa.


Lo que descubrió Enzo Rossi era, con toda probabilidad, lo que ya sospechaba antes de acometer esta singular aventura: que era incapaz de llegar a fin de mes con el salario de cualquiera de sus empleados y que, en el mejor de los casos, su dinero alcanzaba hasta el día 20. Algo que, echando cuentas, supondría que, a lo largo de un año entero, habría estado sin dinero durante cuatro meses, nada menos. Y eso, como apuntaba certeramente el propio Rossi, 'no sólo es pobreza, es también desesperación'.


Hasta aquí llega lo simpático de esta historia. Lo empático es que el empresario, después de constatar las dificultades que afrontaban sus empleados para llegar a fin de mes, decidió poner remedio a esta situación y subirles el sueldo en 200 euros mensuales. Y ello porque se atrevió, como propone el proverbio indio, a caminar tres lunas con unos mocasines ajenos; o, por mejor decir, a subsistir durante un mes con el salario de los hombres y las mujeres que, con su esfuerzo y su trabajo, sostienen su empresa. No se expuso a contraer hongos usando los zapatos de otro, pero sí a pasar hambre viviendo con un sueldo ajeno. Y eso es, a fin de cuentas, la empatía.

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