Opinión

LA MALDAD Y SUS SINRAZONES

Ha transcurrido poco más de una semana desde que Anders Breivik cometiera un atentado en Oslo y desde que, pocas horas después, perpetrara la matanza de la isla de Utoya. Apenas ocho días desde que ese desalmado, hasta entonces un ciudadano anónimo, sembrara el dolor entre los noruegos. Muy poco tiempo, desde luego, para recuperarse del impacto de una noticia que ha entristecido a sus compatriotas y, no podía ser de otro modo, a todos los hombres y mujeres de bien, con independencia de su nacionalidad.


Llama la atención la frialdad con que ese treintañero de aspecto inocente y vida aparentemente normal fue capaz de tramar sus crímenes. Resulta todavía más asombrosa -espantosamente asombrosa- la frialdad con que fue capaz de cometerlos. Y ello porque a la colocación de una bomba en pleno distrito gubernamental hemos de añadir, quién podrá olvidarlo, una auténtica cacería humana cuyas víctimas fueron, en su mayoría, adolescentes.


Mucho se ha escrito a propósito del tal Breivik y de las razones o, por mejor decir, sinrazones que ha esgrimido para cometer estas matanzas. Así, se ha puesto un especial énfasis en su ideología política, en sus convicciones religiosas e incluso en su filiación masónica... Y ello sin percatarse de que se trata de características que se contradicen entre sí y que, por si eso fuera poco, son difícilmente conciliables con sus obras. Y es que ser cristiano, ultraderechista y masón constituye una auténtica proeza, sólo propia de imbéciles o de coleccionistas de carnés de socio. Pero ser cristiano y desconocer la santidad de la vida humana es algo más que un alarde de estupidez e incoherencia: es una contradicción en los términos.


Todo esto prueba la verdad de las palabras de Goethe: 'La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto'. Breivik se procuró unos cuantos pretextos, varios y muy diversos, con los que adornar su afán homicida. Y es que, como escribía el columnista Manuel Molares do Val hace algunos días en estas mismas páginas, 'ser cristiano, masón, islamófobo o ecologista sólo importa si se enloquece'. O si, aun no llegando a la locura, uno claudica, como el noruego Breivik, ante lo peor de la naturaleza humana.

Te puede interesar