Opinión

LA VIRGEN DE FÁTIMA

Mañana será 13 de mayo: un día señalado para los devotos de la Virgen de Fátima que, a la vista está, son muchos en esta provincia de arraigada tradición mariana. Es cierto que no faltan en Ourense advocaciones con las que honrar a la Virgen y que, puestos a contarlas, casi podríamos decir que cada pueblo o lugar tiene la suya. Pero me atrevería a decir que, junto a la de Los Milagros, la de Fátima es la más sentida. Y de ello dan fe las decenas de miles de personas que mañana acompañarán a Nuestra Señora desde su Santuario hasta la Catedral.


A propósito de su templo, a cuya sombra fue creciendo el barrio de O Couto, este año conmemoramos su medio siglo de vida. Ya han transcurrido cincuenta años desde que fuera consagrado e inaugurado oficialmente; y algunos años más desde que el obispo Blanco Nájera asistiese a la colocación de la primera piedra de una iglesia que fue posible gracias a la generosidad de tantos ourensanos que, secundando la llamada del inolvidable D. José Álvarez, sufragaron 'una piedra para el santuario'. Y desde entonces la devoción por la Virgen blanca no ha hecho sino extenderse desde O Couto hasta los rincones más alejados de esta Diócesis por la que peregrinó en dos ocasiones.


Algún día, espero, se escribirá la historia de esta empresa extraordinaria que no puede entenderse sin el concurso de quien será, ya para siempre, el párroco por excelencia de O Couto: D. José Álvarez, el cura que, con un empeño singular y una fe admirable, consiguió erigir esa iglesia que estos días vistan tantas y tan diversas personas y que es, sin lugar a dudas, el fruto de su determinación, su santidad de vida y, por supuesto, su amor filial a la Madre de Dios.


Esa Virgen a la que, siendo una, los católicos honramos con multitud de advocaciones en un gesto que se presta a ciertos malentendidos y a algunas anécdotas amables. Como la que protagonizó San Josemaría Escrivá a quien, en una semana santa sevillana, un feligrés reprendió porque estaba rezando frente a un paso de otra cofradía. 'Padre cura, esta no vale na. La que vale es la nuestra', le dijo aquel buen hombre. Y el santo aragonés reflexionaba: 'Tiene razón; cuando yo enseño retratos de mi madre, aunque me gustan todos, también digo: éste, éste es el bueno'. Y mañana el bueno será, para miles de ourensanos, el de la Virgen de Fátima.

Te puede interesar