Opinión

LA VISITA DEL PAPA

Un buen amigo, madrileño y ateo, me contaba hace unos días los motivos por los que en su opinión el papa no debería visitar España. De más está decir que, pese a pagar el almuerzo y pese a la amistad que nos une, no sólo no consiguió convencerme con sus razones, sino que incluso me ha movido a escribir esta breve reflexión sobre la oportunidad de la visita papal.


Sostenía mi amigo, secundado por su esposa y por algunos otros comensales, que la estancia de Benedicto XVI en Madrid comporta una serie de gastos que debemos sufragar todos los españoles con independencia de las creencias de cada cual. Olvida mi amigo que la visita dejará pingües beneficios para el comercio y la hostelería y que, más allá de eso, los católicos también pagamos impuestos. Y con ellos costeamos iniciativas y actividades con las que puede que no siempre estemos conformes. Aunque, como es lógico, no por ello dejemos de dar al César lo que es del César y de presentar nuestra declaración de la renta de cada año.


A eso añade mi amigo que la visita del papa supone un trastorno para los madrileños que estos días no se han ausentado de su ciudad. Desde luego, no le falta razón, ya que los habitantes de la Villa y Corte han de soportar no pocas molestias al albergar la JMJ. Algo que, por otra parte, también hacen cada vez que el Real Madrid gana la liga o alguien convoca una manifestación multitudinaria por sus calles. Eso por no hablar de las molestias que sufren pacientemente los vecinos de cualquier pueblo cuando, a pocos metros de su dormitorio, instalan un palco de orquesta y dos tiovivos. Y eso sin que nadie les pregunte por sus gustos musicales para la madrugada o por su interés en subirse en uno de esos dragones naranjas que dan vueltas y vueltas.


Al final, todo se reduce, supongo, a una cuestión de tolerancia: vivimos en una sociedad plural y, nos guste o no, tenemos que saber compartir los espacios públicos. Algo a lo que ayuda, en este caso, el recordar que el mensaje del Santo Padre, ése que han venido a escuchar cientos de miles de jóvenes llegados de todo el planeta, es el mensaje de Cristo. Un mensaje de amor y esperanza al que debemos, entre otras cosas, la oportunidad de vivir en una sociedad libre y plural en la que se respetan los derechos humanos.¡Casi nada!

Te puede interesar