Opinión

VUELVE LA NAVIDAD

Falta una semana para que vuelva la Navidad. Y ese regreso, tan esperado como sorprendente, no deja de recordarnos que este es un tiempo de paradojas: maravillosas unas, tristes otras e irrelevantes las más.


Entre las paradojas maravillosas está el hecho de que, como escribiera G. K. Chesterton, 'el nacimiento del que no tuvo casa para nacer sea celebrado en todas las casas'. Y es que es ciertamente maravilloso que, dos milenios después, nos recojamos en nuestros hogares, acompañados de nuestras familias, para festejar el nacimiento de un niño que vino al mundo tan lejos de su hogar.


Entre las paradojas más tristes está la de todos aquellos que no podrán celebrar estas fiestas junto a esos seres queridos a los que, sin embargo, sienten tan presentes. Están los enfermos, los pobres, los emigrantes, los olvidados... Y están, cómo no, las sillas vacías que nos recuerdan a los que ya no están. Esa es, todos lo sabemos, una de las sombras de un momento tan luminoso: descubrir que hay alguien que ya no se sentará nunca más a nuestra mesa.


Pero, a pesar de eso, la Navidad es una invitación a la felicidad. Y no porque sea 25 de diciembre o porque lo dicte la tradición o porque lo mande El Corte Inglés. Si la Navidad es esa concesión a la alegría no es por eso, sino por algo -por Alguien- más importante: porque un niño nació una noche lejos de su casa y porque, lo creamos o no, ese acontecimiento lo cambió todo. Ya lo escribió Chesterton: 'Que se nos diga que nos alegremos el día de Navidad es razonable e inteligente, pero sólo si se entiende lo que el mismo nombre de la fiesta significa'. De lo contrario, según el autor británico, la invitación a alegrarnos un 25 de diciembre tendría tanto sentido como la invitación a alegrarnos 'a las once y cuarto de un jueves por la mañana'. Y eso, admitámoslo, no tendría demasiado sentido.


Me despido reconociéndolo: me gusta la Navidad que ya llega. Y no por las luces de colores, los dulces típicos, los encuentros con los amigos y los buenos propósitos de siempre. No por eso o no sólo por eso. Si de verdad me gusta la Navidad es porque nos recuerda que, además de mirar hacia atrás y hacia delante, también podemos mirar a nuestro alrededor y, por qué no, hacia arriba. Por eso hoy le deseo, amigo lector, una feliz Navidad.


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