Opinión

DE WATERLOO A LAS CAPUCHAS

La imagen que muchos tenemos de los ingleses es difícilmente conciliable con la que de ellos nos ofrecen estos días los medios de comunicación. Poco tienen que ver esos jóvenes de capucha y Blackberry con los tradicionales gentlemen ataviados con su impecable traje oscuro y tocados con su característico bombín. Y, desde luego, en nada se parecen estos chavales, entregados al pillaje y el vandalismo, con esos británicos que siempre hemos tenido por los mejores amigos de las ceremonias y las buenas maneras. Sin embargo, los hechos son los hechos y eso es precisamente lo que nos muestran las televisiones y los periódicos: que parte de la juventud británica se entretiene saqueando tiendas, quemando edificios y agrediendo a quienes sólo intentan defender lo que es suyo. Y eso no es, contra lo que sostienen algunos, una forma de protestar, sino el pasatiempo de unos cuantos jóvenes ávidos de emociones. Es, como dijo David Cameron, un problema político y social. Y, sobre todo y como también apuntó el propio primer ministro, es un problema educativo.


Al Duque de Wellington, el hombre que derrotó a Napoleón, se le atribuye una cita que, si no es auténtica, bien podría serlo: 'La batalla de Waterloo se ganó en los campos de juego de Eton'. Y es que allí fue donde el aristócrata y muchos de sus compañeros de armas adquirieron las virtudes que, años después, les permitieron derrotar al Ogro de Ajaccio. Eso ejemplifica la importancia de una educación que trasciende las aulas -nótese que Wellington ni siquiera se refiere a ellas- y que, conviene recordarlo, no se circunscribe a los centros escolares.


Los acontecimientos de esta semana prueban que, si Waterloo se ganó en Eton, la democracia y la civilización se están perdiendo en los colegios y en los institutos de nuestros días. Y es que los actos vandálicos perpetrados en el Reino Unido no dejan lugar a dudas: son el síntoma del fracaso de un sistema que a menudo olvida el papel de los padres en la educación de sus hijos y que obvia la importancia de la formación moral de los más jóvenes. Un sistema educativo, en suma, que alimenta la irresponsabilidad procurando excusas para lo inexcusable y que lamentablemente ya no forja héroes y heroínas capaces dar la batalla frente a la adversidad y ganar su Waterloo de cada día.

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