Opinión

Mercadillo

Quién me compra un paraguas? ¡Oiga, dos seis euros! ¡Y son automáticos! -¡Grelos! ¡Los vendo a dos euros el manojo! -¡Calcetines! ¡Cinco pares tres euros! Un chico ofrece una ristra de ajos colgada al hombro. Es como un turco vendedor de alfombras que no vendiese alfombras ni fuese turco.


La vendedora de repollos se ha envuelto una media en la garganta porque hoy el termómetro marca 2 grados; pero conserva al aire la pechugona y los brazos amoratados. Tiene la voz bronca. Zarandea con garbo hispánico a un niño canijo -hijo de una cuñada- que ha venido al puesto para ‘echarle una mano’.


-¡Hay coliflor! ¡Rica y barata coliflor! ¡Brécoli! -¡Acelgas! ¿Quién me lleva estas acelgas?, ofrece a los transeúntes una viejecita que recuerda las que pintaban Goya o Murillo comiendo uvas.


Una mujer le pregunta: ‘¿No tiene coles de Bruselas?’.


-¡Todavía no es el tiempo! -¡Pues, guárdeme medio kilo! -¡Descuide! -¡Naranjas! ¡1 euro el kilo! ¡A la que me compre dos kilos le regalo una podrida! ¡A un euro el kilo, oiga! -¡Póngame dos kilos! ¡Pero pésemelas bien! -¡Le doy el peso corrido, hija! -¡Pimientos! ¡Y son de Arnoia! ¡Estos sí que son vitaminas! -¡Relojes! ¡Perfumes! ¡Todos son auténticos y de marcas internacionales! -¡Bálsamo del Perú! ¡Ocasión!

Te puede interesar