Opinión

Campus

Desde que Rajoy es presidente del PP, todos los años por estas fechas se escenifica una aproximación entre él y José María Aznar, que en algunas ocasiones ha sido incluso una reconciliación. Nunca ha habido bronca entre Aznar y la persona por él señalada para sucederle, los dos son personas educadas y que mantienen las formas, pero ha habido momentos de distanciamiento que en alguna ocasión se han prolongado durante meses.

La escenificación se produce siempre en un lugar idílico de la sierra madrileña donde FAES celebra su campus veraniego, al que acuden un destacado grupo de personalidades españolas y extranjeras que debaten sobre cuestiones de actualidad y que este año darán prioridad, porque así ha decidido FAES, al debate sobre el secesionismo y el independentismo, que no solo se da en Cataluña sino en otras regiones europeas.

Pero además de las reflexiones de los invitados, que provocarán titulares, la atención se centrará en los gestos que se dediquen Rajoy y Aznar cuando se clausure el curso. Viven momento frío, por no decir gélido, y eso no conviene nada a un PP que acaba de sufrir un bajón electoral considerable, que necesita aliento para recuperar imagen e iniciar la remontada con vistas a las municipales y autonómicas, y que sale para las generales con un hándicap considerable: la mayoría de los votantes del PP consideran que Rajoy les castiga duramente –lo último ha sido la reforma laboral, letal para las clases medias- y además España entera vive un espíritu de cambio generacional que se da en todas las instituciones y estructuras, con excepción del PP.

En esa situación, el aparente divorcio entre Aznar y Rajoy se convierte en un elemento más de perturbación interna. Divorcio que se concretó cuando Aznar se disculpó y no acudió a la convención de Valladolid, y cuando no recibió a tiempo la invitación para participar en la campaña electoral y alegó problemas de agenda cuando finalmente Génova tuvo a bien  invitarle.

Aznar no está contento con el trato que recibe por parte de la dirección del PP, y que es extensivo a su mujer, Ana Botella. Es un secreto a voces que en el PP no contemplan presentarla candidata a la alcaldía de Madrid, como es un secreto a voces que, por consideración a su persona y también a Aznar, buscan un cargo que ofrecerle para que abandone a corto plazo la alcaldía y dé paso libre a quien pueda ganar las elecciones por la necesaria mayoría absoluta.

No es probable que ese asunto forme parte de la conversa que mantengan Aznar y Rajoy, pero planeará sobre el ambiente. La alcaldía de Madrid son palabras mayores y Rajoy pretende poner de candidato o candidata a quien tenga más posibilidades, aunque eso suponga prescindir de la mujer de Aznar. Pero le ofrecerá algo relevante, seguro.

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